Fumo asomado en mi terraza mientras los demás duermen, cuando en mi mirada se cruzan las marcas de los huevos que lanzamos contra la fachada del bloque de en frente, pero hay tantas partes de mi pasado que ya no tienen importancia. A veces sólo pienso en que mi abuela me protege y es lo único que importa, tantos de esos recuerdos que dejaron marca en mí ahora son vagas cicatrices que con dificultad perduran con el paso del tiempo. Tal vez me equivoque y la soberbia del momento me ciegue, pero no necesito mucho más de lo que en estos momentos poseo.
Descubrir la verdad aunque no pueda soportarla. Agradecimientos a la droga por estar siempre dispuesta a socorrerme cuando nadie permaneció a mi lado, y a Freud y a Nietzsche por enseñarme el camino. Si la gente leyera un poco cuántas cosas cambiarían, saber la manera de llevar a cabo el cambio y no hacer nada. Conozco mis defectos, no todos –y por suerte–, y no voy a cambiarlos, voy a hacerlos madurar como el ron y a reconvertirlos en virtudes.