domingo, 6 de octubre de 2024

Es hermosa la sensación del suicidio; la retirada perfecta, la derrota definitiva. Te arrodillas observando el mismo techo intangible bajo el que viven el resto de seres, adonde se dirigen las almas ya salvadas. No existe tal al libre albedrío; acciones, decisiones y experiencias forman parte de un guión prescrito. Me pregunto por el plan divino, cuan sencillo debiera ser permitir que el flujo del tiempo transcurriese a través de mí; pero si mi temprana muerte estuviese ya pactada, sería criminal y baladí oponerse a ella. 

El dolor de una vida no es nada, significativamente menor que el regocijo de otra. Y al despreciar cualquier leve estímulo que obligue asomar un sufrimiento en el espacio remanente entre los quicios de las puertas y la pared, también desprecio la felicidad; así en gracia soy de arrogante cuando me nacen esperanzas y la primavera germina algunos brotes de hierba fresca en los páramos de mis cabilaciones.

Una hoja muerta sobre el cemento ha visto más de lo que debiera soportar, en este mundo artificial todos tenemos que hacer cosas que no se suponía que debíamos hacer.