Esta mañana salí de casa totalmente convencido en mis nuevos motivos para deprimirme. No dormí casi nada y me daba la impresión de que lo que me esperaba era el mismo día disfrazado de uno nuevo. No importaba si cogía el autobús a tiempo para llegar puntual al instituto, no importaba mirar hacia el frente para no chocarme con ningún obstáculo, ha sido una de esas mañanas en las que escucho Agorazein y me dejo llevar por los versos de poetas casi anónimos.
Después de algunas horas marché antes de tiempo de las clases porque no quería pasar más rato soportando las conversaciones banales y las preguntas indiscretas. Iba caminando solitario por la calle de regreso a casa escuchando a Los Putos Monos, y una mujer inválida, que conozco de vista desde hace años, se ha cruzado conmigo. Dio la casualidad de que justo en ese momento ella tropezó de alguna manera y cayó al suelo fuertemente, podría haberla ayudado, pero no, sólo lo habría hecho si continuara sometido a la antigua moral que creía haberme impuesto yo mismo. El altruismo no existe, lo tengo bien claro desde hace mucho, ¿por qué iba entonces a prestar ayuda a una persona de la que no voy a sacar ningún beneficio, ni siquiera el de la mera satisfacción? Si Dios no existe que se follen a la cortesía, que se follen al Karma, a partir de ahora viviré libre.
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