sábado, 20 de abril de 2024

Bebo fuego, escupo suero, duermo ahora, vivo luego, siento el frío, puro hielo, sin personas ningún miedo. Siempre quiero, nunca puedo, soy mi muerte, juego al cluedo. Busco suerte, miro al cielo. Inocente no lo niego, no culpable, me flagelo, dura piel cosida en cuero, ya no sufro, estoy de duelo. Nada tengo, nada debo; nada importa, sólo el ego. Nunca dócil, soy tan fiero, me hago el tonto pero no estoy ciego. Siempre atento y todo anhelo, en la derrota soy guerrero, en la calma un forastero, entre ruinas yo me elevo en su eco sin consuelo. Soy el desagüe por el que palabras se escapan, fui el vagón infestado de ratas, quisiera ser vino ámbar que tus labios catan, pero seré cuerpo de carne muerta enterrado y encerrado en madera barata. Voy al retén del Edén pa recoger desdén, fueron fieros temores ciegos lo que encontré. Alma solitaria no necesita porqué, tan solo saber que observar sin prejuicios la verdad, tan sólo una vez, no deja vuelta atrás. Y como suele suceder una bendición se convierte en castigo, amigo en enemigo, amor en desvaríos impíos, una maldición del bendecido que germina por la tierra nutrida de ríos, de ardores de pecados olvidados de su propio astío.

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