El dolor de una vida no es nada, significativamente menor que el regocijo de otra. Y al despreciar cualquier leve estímulo que obligue asomar un sufrimiento en el espacio remanente entre los quicios de las puertas y la pared, también desprecio la felicidad; así en gracia soy de arrogante cuando me nacen esperanzas y la primavera germina algunos brotes de hierba fresca en los páramos de mis cabilaciones.
Una hoja muerta sobre el cemento ha visto más de lo que debiera soportar, en este mundo artificial todos tenemos que hacer cosas que no se suponía que debíamos hacer.