viernes, 6 de marzo de 2015

I wish you would have smiled in the bakery or sat on a tatty settee.

Pequeños destellos de bondad que inmediatamente se ven empañados por la voluntad de poder inherente e inevitable a todo pensamiento. Mi cuerpo es un recipiente que sostiene mis ideas -estas a su vez me precipitan al abismo-, quiero verterlas en tu interior. Lo quiero todo y lo quiero ya, te quiero a ti y saciar tu voluntad y que tu satisfacción sea mi satisfacción hasta llegar al punto en el que odie tu sonrisa. Probablemente todavía te adore, al menos lo hacía la última vez que me fijé.

¿De verdad resulta tan egoísta la idea de marcharme sin tener en cuenta a los demás? Yo digo que tal y como somos, egoístas y malintencionados, al menos podríamos aceptar la culpabilidad y nuestra condición, ¿para qué camuflar mis intenciones? Si el mundo viera el verdadero rostro de sí mismo muchos no podrían creerlo, y si Dios nos arrojó a este mundo condicionándonos y obligándonos a seguir sus normas no esperen demasiado de una especie animal creada a su imagen y semejanza.

Mi mente enferma enferma también mi cuerpo, es muy sutil, fuego desde mi esófago hasta mi estómago y a mi lado una pila de pañuelos empapados en flemas. Algunos días desearía no hablar con nadie o por lo menos hacer ver al infeliz que se cruce conmigo lo que ignora y que tal vez, sólo tal vez y con mucha suerte podría cambiar sin perder la cabeza. Lo comprendo, no le recomiendo a nadie estar a este lado de la línea, porque allá la única manera de vivir es sobrevivir. Mi mandíbula cruje, en ocasiones exprimo el jugo ajeno sin increíbles resultados.

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