miércoles, 9 de abril de 2014

«Una despedida como otra cualquiera».

Esta mañana te he imaginado apareciendo por las puertas automáticas justo cuando abría los ojos mientras esperaba en los yertos asientos de espera, como compartiendo nostalgia y una realidad inevitable, que tenemos mucho de locos y es una bendición; luego cogías mi mano y me mirabas. Por desgracia he llegado a la conclusión de que todo lo que pienso con respecto a ti tiene una irremediable connotación sexual.

Última sesión, ¿acaso quiere decir que estoy curado?, ¿acaso quiere decir que estaba enfermo? Me gustaría ver en sus ojos mi reflejo, pero creo que tengo más en común con todos esos perturbados con los que comparto asiento que con un buen psicólogo; tal vez es que la sociedad nos presiona y nos minusvalora, ¿qué ocurriría realmente si todas las personas pudieran explayarse y dedicarse a lo que les llena de verdad? Lo cierto es que no es raro que me coloque treinta días al mes, y cuando me paso un par de ellos sin fumar no me siento más realizado, ni más inteligente, ni menos dependiente, simplemente un poco más cerca de la mediocridad.

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