viernes, 11 de marzo de 2016

Con frecuencia pienso en mi capacidad para tolerar a las personas, y la capacidad de las personas para tolerarme a mí, tal vez no soy la clase de individuo que me gustaría tener como amigo, qué importa. He de ser fiel a mi dolor, separarme de él sería similar al suicidio, soy como un puzzle, incompleto no me encuentro sentido. Hace calor aquí dentro, pero afuera llueve, el agua cae en forma de copos de nieve que se derriten antes de tocar el suelo. Las contemplo mientras paso la aspiradora por la alfombra burdeos (¿cuánta sangre podrá absorber?), creo que he desentrañado el sentido de la vida.

Es agradable regresar a casa tarde, con la espalda torcida y las manos manchadas de tinta. Es bueno, es un sacrificio, tiempo vital a cambio de ver cobrar vida a mis ideas y no por dinero, ¿quién quiere dinero teniendo amor? Desde el cielo nos fumigan, desde el suelo nos envenenan y desde la televisión nos lavan el cerebro, no tiene mayor trascendencia, nada puede evitar que mi paseo por esta vida sea plácido. Pensé en tu puta cara el otro día, siempre que camino por un lugar concreto me imagino que estás allí y me ves andar con los auriculares puestos escuchando música y marcando el ritmo a cada paso como un gilipollas.

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