domingo, 27 de marzo de 2016

Llego a casa cuando ya es de día y me dirijo a la cocina, abro la nevera y bebo zumo, la cierro. El grifo gotea y giro con fuerza la llave para cerrarlo del todo, lleva goteando toda la noche, pero yo no estaba ahí para evitarlo. Durante las últimas cuarenta y ocho horas todo ha sido un bucle, un bucle divertido, apenas he entablado conversación con dos personas y he fumado más de lo que suelo fumar en una semana, sigo vivo con algunos minutos menos de vida. Recuerdo una vez en su casa a la madrugada, todos estaban ya dormidos pero yo me quedé viendo en uno de esos canales de pago que su familia tenía contratados un documental de un grafitero que viajaba por China pintando. Exploraba parajes profundos dibujando en lugares curiosos, inesperados y prohibidos, lo flipé, pensé que era alucinante marcharte por un tiempo tú y otro par de tíos que te graban haciendo cosas increíbles. Por algún motivo aquella noche quedó marcada en mí, y ni siquiera me acuerdo exactamente con qué personas estaba ni qué hicimos ese día, sólo aquel lapso y la sensación permanente de que yo podría llegar a ser uno de esos tíos inclusive sabiendo que toda mi vida y mi alrededor vatinizinaban lo contrario. Y da igual la causa, no me hace sentir mal pero me asombra mirar hacia atrás, es como mirarse reflejado en un espejo feo y gris.

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