lunes, 21 de marzo de 2016

La mentira predomina en el mundo, de hecho es el sustento básico del cual muchas personas se nutren. La utilizan cuando defraudan a hacienda o cuando no admiten sus inclinaciones sexuales, les hace más poderosos o menos vulnerables. La mentira siempre oculta debilidad, aquel que no está conforme con algo inventa, con frecuencia ni siquiera es proyectado hacia el exterior sino hacia uno mismo. La mentira es importante, las mujeres se maquillan para ocultar sus imperfecciones faciales, lo calvos se ponen peluquín y los presidentes de las grandes potencias crean atentados de falsa bandera. Toda mentira exige un sentimiento prohibido, una reacción, un pensamiento que difiere con las enseñanzas que nos impartieron, y un deseo que nos atormenta y nos hace cuestionarnos si somos monstruos.

¿Pueden ustedes juzgar al violador?, ¿pueden ustedes llegar a comprender por mínimo que sea la cantidad de dolor que puede empujar a un hombre a cometer tal acto de locura? A veces simplemente se trata de ignorancia en bruto, aquella que hace a las personas hacer cosas violentamente absurdas porque simplemente no le enseñaron que no es lo correcto. Nadie nace odiando, ¿conocieron alguna vez a un bebé con prejuicios? El ser humano nace como animal y es transformado a hombre, y durante el proceso algo penetra en nuestros cerebros haciéndonos formar parte de una abominable mente colectiva que nos arroja a la injuria y al pecado para después martirizarnos con la culpa. No hay nada repulsivo en nuestros sentimientos e impulsos animales, tan sólo mucho que aprender; pensar lo contrario sería negarnos a nosotros mismos nuestro rol como seres vivientes.

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