lunes, 7 de marzo de 2016

Hoy he regresado a casa después de mentirte otra vez con las manos manchadas de heces, tengo cosas que decir, pero no encuentro las palabras ni el motivo para hacerlo. Antes odiaba a las personas, me parecía fabuloso juzgarlas en asuntos en los que ellos jamás jugarían ficha por desconocimiento o simple ignorancia, hablaban del amor y el altruismo como voluntad inquebrantable del ser humano, no estaban tan equivocados, pero el positivismo convencional siempre me ha irritado. Ahora les contemplo con tranquilidad siendo perseverante hasta encontrar algo único e intachable en cada uno de ellos, bueno o malo, y con frecuencia lo perverso reluce a pesar de su oscuridad más que lo saludable.

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