sábado, 22 de octubre de 2016

Hay mucho mal en mí. Pienso a veces que nunca mi comunicación con otra persona será cien por cien fidedigna y completa, mi locura rebasa los límites del entendimiento ordinario y común, escribir sobre ello tal vez sea un lento descenso hacia la locura. Probablemente no, pero tampoco espero que me sane.

Tengo poco que decir últimamente porque siempre es lo mismo, las ilusiones llegan a veces en grupo, poco después se disuelven y no queda nada de ellas. Son como el agua que se derrama sobre el piso, si la dejas ahí por un tiempo se evaporará y no quedará testimonio alguno, salvo tu recuerdo. En ocasiones nada importa, de hecho todo el rato lo único que importa son las reacciones electroquímicas que suceden como explosiones estelares atómicas encerradas en un microcosmos dentro de mi cráneo, todo eso son hechos fácilmente tergiversables por la psicosis propia del comportamiento humano. Probablemente no esté más enfermo que cualquier otra persona, quizás rebaso un poco la media, pero es la situación en la que me encuentro la que me hace palidecer ante mis ya arraigados dolores mentales, es el conocimiento acerca de los mismos lo que me destruye. Ah, fuente del deseo y del dolor.

miércoles, 12 de octubre de 2016

Me gusta caminar por ahí con el perro bajo el cielo nublado que amenaza lluvia, si fuera una persona tal vez sería un cabrón, pero el hecho es que un cuadrúpedo diseñado para matar que come mierda de otros chuchos y se mea en la puerta de la nevera. Es un buen perro, sabe manipular a los humanos, sabe dar pena para que lo saque a pasear y en la calle hacer lo que le da la puta gana. Creo que si fuera una persona sería un tipo interesante, pero no lo es así que no tengo que preocuparme con que ande hinchando las pelotas diciendo qué o haciendo qué. Come, caga, mea y ladra, nada más. No sé si piensa demasiado pero sé lo suficiente para que me guste su compañía.

domingo, 9 de octubre de 2016

Allá hacia donde dirijo la vista solo veo la pena y la inmundicia, un yonqui conocido del barrio se acerca a la ventanilla del coche y nos pide un cigarro, no consigue su propósito pero en su corazón un atisbo de esperanza persiste. Esperanza porque un paquete de tabaco entero caiga del cielo a sus manos, por ejemplo, es improbable pero no imposible. La esperanza es aquello que puede aletargar el más profundo de los vacíos hasta lo inaguantable o elevar la resistencia hasta umbrales desconocidos. Yo conozco bien la sensación. Nada bueno ha ocurrido y tampoco hay señales de que nada bueno vaya a ocurrir, sin embargo yo persisto en mi lucha contra el tiempo, una lucha que sé de antemano que no podré ganar. La esperanza del yonqui la llamo yo.

Si dios está mirando sabe que estoy peleando con brío siempre por ser sano, por no odiar a nadie, no sé dónde reside la verdadera iluminación pero de seguro lo hace lejos del odio. Un sabio me dijo una vez que mi alma era un alma vieja y que como resultado de tantas vidas experimentadas en mi interior guardo una llave, pero yo continúo sintiéndome un crío. Tal vez en eso consista el ciclo: nacer, vivir, morir; y enfundados en nuevos cuerpos convertirnos en adultos con la seriedad de un niño.