De mientras fumo un cigarrillo, apoyado en la puerta de la escuela, observo el bazar chino de enfrente que lleva ese cartel de LIQUIDACIÓN colgado desde hace tres años, curiosa estrategia de marketing, también empleadas por personas. Sigo fumando para calmar la intranquilidad que me supone pensar en la posibilidad de que mi jefe me esté observando sin hacer nada, un lisiado pasa caminando, un yonqui, luego un obrero; no quiero parecerme a ellos más de lo que ya me parezco. Algún día, me repito constantemente, me liberaré de la esclavitud moderna del trabajo y el salario. Hasta entonces, hasta que mi ano excrete oro, tengo que seguir vendiendo mi tiempo y energía a personas a las que no les importa si vivo o muero.
Por otro lado, tomo mis pastillas porque de lo contrario me siento como la mierda, ya me cansé de sufrir a todas horas y en cualquier lugar sin motivo aparente, prefiero ser un toxicómano. Gracias a Dios cuento con la química y la ciencia está de mi parte, no paro de pensar que siquiera cien años atrás a la gente como yo se la encerrara para siempre en cuartos sin vida. Sin embargo yo cuento con la fortuna de mi lado, yo nací con una estrella en lo alto, y quienes permanecen junto a mí y buscan mi amor encuentran la misma gloria e iluminación que ellos me regalan sin saber.
Y me despierto sobre un lecho de flores con aromas hermosos y tu voz es la brisa que me hace regresar del mundo de los sueños sin miedo a entregarme un día más a este mundo oscuro, y eres tan bella, de día y de noche, que me hace cuestionar la propia naturaleza de la existencia animal. Sexo antes de dormir, sexo después de despertar y aun así no puedo ser feliz.
