miércoles, 31 de agosto de 2016

Vive, maldita sea.

La mierda fluye colina abajo, poco a poco se va diluyendo, por eso subí hasta la cima, sabía que la gravedad me ayudaría. La ansiedad es muy puta y cuesta domarla como a un toro bravo, te subes sobre ella y al primer trote ya estás en el suelo y con más agujeros que un colador. Pero ni las cornadas ni los huesos fracturados pueden pararme, yo siempre permanezco en el cajón de salida esperando mi momento aferrado a su lomo. Estoy rodeado por la pena, pena en el congreso, pena en las calles y en las caras de la gente que amo, al carajo con todo eso, no sé ustedes pero yo voy a intentar ser feliz una vez más.

Pasan las semanas, los meses y los años y yo sigo sintiéndome el mismo niño, lo de la adolescencia era un cuento, el dolor persiste durante el resto de tu tiempo. Unos problemas sustituyen a otros, las prioridades son derrocadas también por otras de su mismo género y al final lo único que perdura es el sentimiento de no haber conseguido siempre lo que uno apuntaba. No me importa igualmente, yo mantengo mi fe, guardo un pedacito de ilusión para cada momento de dolor, raciono la poca esperanza que me queda y al marcharse el chubasco el cielo me regala algunos rayos de Sol.

miércoles, 24 de agosto de 2016

La mosca de los cojones

Fue muy tarde durante la noche, como a eso de las cuatro o cinco de la madrugada. Estaba yo tumbado en el sofá agustito en mi lecho de ácaros, liando un cigarrillo, cuando una gigantesca mosca entró zumbando por los ventanales de la terraza, una de esas moscas enormes que se posan sobre las jugosas majadas de perros espantando a las demás coronándose reinas de la mierda. Lo primero que hizo fue ir a por la luz, se chocaba contra la bombilla, no parecía que le sentara muy bien. Siempre me pregunté qué es lo que tienen los bichos con las bombillas y con la luz artificial en general, qué les satisface tanto. Aunque no veo satisfacción realmente, sino animales comportándose como yonquis. Hay algo en las luces que fabricamos que para los insectos es como para los humanos las drogas, se arremolinan alrededor de ellas sin ni siquiera planteárselo y les mata lenta y progresivamente. Iba de un lado a otro de la habitación dándose golpes con el gotelé de la pared, eran rudas embestidas para un organismo tan ridículo. Oía sus choques, una y otra vez, y la veía moverse a lo largo y ancho de la sala. Maldita sea, ese repugnante bichejo que se alimenta de la porquería me estaba jodiendo la noche. 

Me levanté para coger el insecticida, cuando volví a la habitación ya no se escuchaba nada. Caminé despacio y entonces volví a divisarla, por unos instantes se había demorado para descansar sobre el marco de un cuadro. De nuevo hizo toda clase de movimientos, yo la seguía con la mirada apuntando con la boquilla del aerosol el recorrido que hacía tratando de anticiparme. Era bastante difícil de predecir así que simplemente solté una nube de gas tóxico alrededor de la lámpara cuando se encontraba pululando a su alrededor en círculos. Hizo un ademán de volver a toda hostia por donde había venido, pero enseguida regresó empujada por la insaciable sed de luz. Yo seguí soltando todo ese veneno en el aire hasta que cayó sobre la mesa de cristal, ahora se escuchaba más que nunca el zumbido de sus alas retumbando contra el cristal. Siguió así por casi un minuto. Yo la observaba, maldita bastarda, y no sentía piedad o arrepentimiento. Cuando dejó de batir sus alas algo dentro de mí lo celebró con champán y confetis, por fin podría ver Mr. Robot tranquilo. Ya no vas a joderme más, hija de mil putas.

martes, 23 de agosto de 2016

Es peligroso jugar con la ilusión, no hay mucho más que decir, las personas más cercanas a mí dicen que soy muy independiente, pero cuando miro al espejo yo sólo veo carencias. Este sabor en mi paladar me hace titubear entre el rencor y el remordimiento y la más extrema y apática felicidad, me hace sentir extraño. En mi interior estoy notando el cambio, apuesto duro, y no todos los días me siento bien. Supongo que en esto consiste un cambio, en tropiezos y aciertos, visto desde una perspectiva cósmica somos como explosiones y reacciones químicas al azar que dieron lugar al inmenso pozo de mierda donde habitamos y del cual formamos parte. Lo imaginaba de otra manera, con drogas y fiesta y sexo y atardeceres perfectos y una canción de Radiohead sonando de fondo, y al final justo antes de los créditos un primerísimo plano de mi rostro sonriendo sinceramente por primera vez desde que fue fabricado.

Somos artefactos extrañamente diseñados para joder, también capacitados para amar, y aunque siempre necesitamos el contacto con los demás también somos conscientes de que dicho acercamiento nos produce sufrimiento. Si hay un gran arquitecto me pregunto el motivo, qué carajos le empujó a crear un universo frío y yerto y colocar pequeñas partículas vivientes en su interior para que estas lidiaran con todas las dificultades del medio. Somos ratas de laboratorio, de un laboratorio enorme para el disfrute de nadie. Tal vez Dios sea un currito, tal vez él no pinta nada en esta mierda y simplemente pulsara el botón. 

domingo, 21 de agosto de 2016

Estoy trabajando duro para que pasados otros veinte años no me haya convertido en un pirado esquizofrénico, estoy trabajando duro, ya lo creo. Y no es por las mentiras o por ser reconocido o por no sentirme humillado, es que en serio, no quiero acabar colgado de una lámpara. Guardaré mis sentimientos en pequeños tarros de formol para que cuando la cordura regrese a mí los viejos recuerdos no sepan a agrio, haré un esfuerzo, otro esfuerzo y después otro más, al final del camino no sé si merecerá la pena pero no hay una elección mejor. La vida que los demás viven me repugna, pero tengo que parecerme un poco más a ellos, no todo lo que todas las personas tienen es despreciable.

No tengo miedo, por algún motivo el miedo se está esfumando sin dejar rastro, hay un asesino cerca que cuida de mí. Estoy dispuesto a cualquier cosa y cualquier cosa será tomada por mis manos, todos los reyes se coronan a sí mismos. Un día más es un día menos.

sábado, 20 de agosto de 2016

Mientras escriba todo irá bien, sigue siendo por muchos años que pasan el mejor de los medicamentos en un mundo de placebos. Escribir es bueno, cualquier cosa que mantenga la mente ocupada es buena, es bueno también fregar los platos o caminar. Lo es porque en ocasiones el ruido de la maquinaria interior es tan fuerte que no te deja pensar, no deja discurrir el coco, es grato no pensar a veces. El deseo me poseyó más que mis pertenencias, talento, instrumentos, ilusiones; todo basura en comparación, y como nada tuve jamás no sé qué se siente siendo preso de las posesiones. Estoy sentado plácidamente en la barca con Caronte a mi lado compartiendo un cigarrillo surcando olas de fuego, me dice: chico, lo único que te llevas a este mundo es la satisfacción de haber tenido una buena vida, así que como sólo mueres una vez haz cualquier cosa por tener un final memorable.

viernes, 19 de agosto de 2016

Solo un poco más, un poco más lejos, un poco más alto. Siempre intento conseguir un poco más de lo que invierto, suena triste para algunos pero es mejor hacer borrón y cuenta nueva cuando las cosas se tuercen y no merece la pena esforzarse por enderezarlas, por eso existen minas abandonadas. Hace un par de noches recé en los albores de la mañana porque no podía soportarlo, no sé si había alguien allí pero pareció escucharme, con eso y un poco de sudor pueden conseguirse grandes cosas. Incluso en los momentos más oscuros cuando una masa uniforme de heces me rodea me siento feliz, he sentido la felicidad en el infierno, es más dulce que la melancolía. Cuando llega es como un bang, azota mi cabeza y remueve mis ideas, me siento en paz en esos momentos, es un oasis. Nunca quise vivir enterrado entre placebos, rodeado de ideas huecas que sanan el ego pero no suturan el corazón, yo siempre quise la verdad y que esta me apuñalara de frente.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Anoche caminamos entre los árboles por una carretera oscura, un pequeño gato nos siguió, se acercaba a nuestras piernas y se rozaba con ellas. Nos tumbamos en lo alto de la pendiente, el cielo estaba despejado y alumbrado por La Luna, los montes y los árboles eran un poco menos oscuros que de costumbre, yo también lo era. El gatito corría, maullaba y se rozaba con nosotros, lo acariciaba siempre que se acercaba a mí y me hacía sentir magnífico. Era de nuevo una de esas noches especiales por las circunstancias que se repetía años después y que se mantuvo flotando en la memoria como tantos otros recuerdos de noches curiosas. 

Casi en la rivera del río contemplé de nuevo el altar iluminado por tenues velas de la virgen patrona del pueblo, le di mis saludos, aquel sitio siempre me trató con dulzura. Regresamos por el mismo camino repleto de negrura entre los árboles, el gato corría delante de nosotros y se paraba a lo lejos, su figura se distinguía como una mancha blanca surcando la oscuridad, cuando llegábamos esperaba sentado hasta que nosotros cogíamos distancia y entonces volvía a dar una carrera enorme hasta adelantarnos. A veces se perdía y nos pedía ayuda y teníamos que retroceder un trozo de camino hasta que nos encontrara. Era un pequeño guepardo.

Se me partió el alma cuando tuvimos que asustarlo haciendo ruido y corriendo hacia él para que dejara de seguirnos y no se perdiera de regreso en largo camino desde la casa al pueblo cuando llegáramos y no pudiéramos dejarle entrar, ni siquiera vivíamos allí.

martes, 9 de agosto de 2016

Ese porro, ese pequeño trocito cuadrado de hachís cortado que encuentras sin buscarlo, que por casualidad ha llegado a tus manos en el momento más necesitado. Estaba allí, no fui yo quien lo colocó, tal vez sí, pero no recuerdo haberlo hecho. Es curioso, casi mágico, algo así como un regalo no intencionado de ti para ti desde el pasado al futuro-presente cercano. Como si te quisieras menos cada vez y a cada minuto estuvieras sesenta segundos más cerca de despreciarte por completo, porque sabes con seguridad que jamás nadie te hizo un regalo tan bello e inesperado.

lunes, 8 de agosto de 2016

El pene sideral (1)

Érase una vez un pene sideral que viajaba a través del cosmos inseminando planetas, sembrando vida. Recorrió distancias incalculables, traspasó los límites del espacio-tiempo, visitó galaxias lejanas y primigenias emponzoñadas por el frío almíbar de la no-existencia. Ha visto cosas que no podemos imaginar. Él va surcando el infinito, ha visto el borde del Universo y contemplado lo que hay más allá plegarse ante el incesante martilleo en expansión, nada se resiste, hace suyo todo lo que no estamos físicamente preparados para entender si lo viéramos. Ha observado lo que hay en el interior de los agujeros negros, y es que después de que una supernova colapse y de lugar a la singularidad, en su interior un nuevo universo en miniatura florece y la explosión es su propio y diminuto Big Bang. Ha atravesado más de una vez el horizonte de sucesos, paseando por los eones y las eras y las tinieblas ha ido y venido desde la dimensión más plana y diminuta hasta las más coloridas repletas de fractales. El pene sideral, ha visto muchas cosas.

domingo, 7 de agosto de 2016

Bueno, me siento bien en soledad fregando los platos o barriendo el suelo. Nada que hacer salvo lo que quiero hacer, dormir es de maricas que no tienen tiempo para el arte pero que si lo tienen para imitar a un cadáver ocho horas al día. La muerte se acerca y nos horroriza el eterno vacío cuando desperdiciamos la tercera parte de la vida soñando. No hay reglas, no hay entretenimiento ni compañía, solo yo conmigo mismo y una casa vacía. Están los errores y el fracaso, la fácil excusa y algo que no estoy dispuesto a permitir que entre en mí. Arrepentimiento.

jueves, 4 de agosto de 2016

Saturday night

—Por una parte me apetece romper algo. —Dijo mientras yo tocaba algunos acordes sueltos. —Yo creo que soy más feliz... Creo que no necesito llevar para adelante a dos personas como yo.

Yo le miraba fijamente, no tenía nada útil que responder. Me descolgué la guitarra, la dejé en la cama y me senté junto a ella.

—Encima me supera, tío. Será por la edad, pero no sé. Es que estoy hasta los putos huevos, ¿sabes? —Murmuró algo. —Ella se creé que yo estoy aquí para eso, para hacer realidad todas las cosas que a ella... —Hizo una pausa y dio una calada a un cigarrillo de liar. —¡Anda a tomar por culo! —Y expulsó el humo violentamente. —¿Es que tú te crees que una persona puede ser una puta princesa, tío? Es que lo odio. Es que odio a la gente así, tío. Y estoy con un persona que es así. 

—Bueno, yo... —Dije vacilando. No había nada que decir, pero la tensión de la situación era molesta.

—Tú nada. No tienes que decir nada. No tienes por qué tener una opinión. —Dijo interrumpiéndome. Sentó su culo en la silla y fumó otra calada. —Se cree que ella se lo merece, ¿por qué? Pues no te lo mereces. 

El amplificador soltaba un leve zumbido debido a algún contacto en el cableado interno de la guitarra, el instrumento era más viejo que yo.

—¿Qué es lo que soy al fin y al cabo? Esto no es una relación, simplemente estoy educando a una niña. Soy su padre, soy un viejo disfrazado de joven.

El murmullo de la guitarra había aumentado progresivamente al igual que la gravedad de sus palabras, lo habían hecho al mismo ritmo, con la misma cadencia empezando desde la nota más grave. Continuó fumando su cigarrillo, sentado en la silla con las piernas cruzadas. Le miré varias veces, de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba. Pensé que algo así me esperaba, después de superar los problemas nuevos problemas vienen, y que algún día me parecería a él, o no. Y que independientemente de cualquier situación en la que me encuentre en la vida el sufrimiento siempre será una constante en un mar de variables, y que además de la muerte, es lo único que te encontrará sin necesidad de que llames.

—Sabes, hace poco se suicidó un amigo mío. Le llamábamos El Manchas. El último día que nos vimos prometió que me enviaría a casa dinero que le dejé prestado, ochenta pavos. Bueno, algunas veces ganas y otras pierdes, —sonrió con melancolía. —en esa ocasión yo sabía que iba a perder. Pero no me importó, yo sabía que los necesitaba.

—¿Por qué se suicidó?

—No lo sé, me llegó la noticia sin más. Ya lo había intentado en una ocasión. Me dijo aquella vez que estaba harto, que nadie le hacía caso.

—Entonces no quería quitarse la vida realmente. Si te abres las venas no lo haces para llamar la atención.

—El caso es que esta vez sí lo hizo.

—Sí...

Después de eso el zumbido de la guitarra empezó a ser ensordecedor y él se levantó para apagar el amplificador. Seguimos tocando un rato y bebiendo y fumando. Cuando nos despedimos y me disponía a cerrar la puerta de su casa por completo para marcharme a la mía dijo: —Eh. No escribas sobre esto.

—Vale. —Respondí yo.