jueves, 30 de enero de 2014

Hombre fuerte levanta si cae y pisa si le pisan.

La sombra de mis fracasos es alargada, tanto que temo que cubra mi camino durante el resto de mi vida. Vivir es posponer lo inevitable con tal de pasar cinco minutos más acurrucado entre las sábanas, qué triste es saber que todo tiene un final. Dos años malgastados, gastados al fin y al cabo, ¿quién dice que no podría haberlos empleado de alguna manera mejor? Siempre pensé que el camino al cielo no sigue una línea recta.

Sólo el hombre débil utiliza las excusas, y yo no sé si miento a los demás o a mí mismo para autojustificarme. Antes pensaba que mi sufrimiento me hacía diferente y que en el futuro recibiría alguna clase de compensación, un premio por un dolor que no busco pero tampoco rechazo; supongo que esa manera de pensar es lamentable y que la única recompensa que tendré será la muerte, que no es poco. "Ya llevas mucho tiempo así", como si fuera algo nuevo, mi estado normal es la depresión, y cuando estoy feliz no me siento yo. Este mundo no es para personas como yo, me destroza y a la vez me hace levantar del sofá porque todo genio es forjado mediante el sufrimiento, me da esperanzas. Persecución entre mi odio y mi futuro, heridas que no recuerdo haberme infligido, el día seis escribí en mi diario que no estaba preparado para volver a la rutina, ha pasado menos de un mes y siento haber envejecido tres años.

Estoy harto de esta depresión, y "¿quién carajos eres tú para rechazar mi don?", me recrimina la providencia.

martes, 28 de enero de 2014

Siempre parece que lo bueno me pasa por enfrente.

Todas las noches mi mente se esfuerza por no romperse, por recoger todas las migajas de esperanza e ilusión que aún permanecen desperdigadas en mi interior, ¿no lo entiendes?, cada noche trato de mentirme a mí mismo para no ver las cosas que me hacen triste. A veces pienso en llamarte, en coger el teléfono, ¿y decirte qué?, ¿que te echo de menos?, eso no lo creería nadie. Vine a la vida llorando y me marcharé suave.

Con frecuencia, durante mis largos paseos matutinos por el centro de la ciudad con la mochila y los libros a cuestas con muchísimo tiempo que perder, llego a ese cenit maldito en el que alcanzo a vislumbrar el nacimiento de aquellos traumas y carencias que me condicionan desde mi infancia; pero no hay nada que no cure el suave aroma del primer cigarro de la mañana, sutilmente rodeado de almas en pena que andan con prisa y ajetreados siguiendo el camino marcado.

No tengo necesidad de comunicarme con mis nuevos compañeros, tampoco con la mayoría de los antiguos ciertamente... pero no me llenan sus chistes ni sus risas, ni que quieran saciar su vacío a costa de mi desgracia, no quiero ser carne de cañón. "Manu, ¿qué te pasa?", "Manu, ¿por qué no vienes a clase?", "Manu, ¿estás triste?", a Manu sólo le importaba Manu, y ha dejado de importarle, así que no pregunten más. Me levanto, me drogo, río, vivo y duermo con el miedo, por favor madre, no llores más, hago lo que puedo.

Mentes en conserva.

Aquello parecía otro mundo, costumbres distintas, bromas extrañas y apodos absurdos, allí todo era diferente y todo lo hacían diferente. Siempre me comporté respetuosamente desde que llegué, devolvía los cigarros que me pasaban y sonreía a sus chistes y chascarrillos sacados de otro universo; tenía la impresión de que se portaban conmigo simplemente porque no tenían motivos para hacer lo contrario. Eran una gran pandilla, a algunos los conocía de vista de años y años atrás, jamás me imaginé que este cambio en mi vida supondría conocer a esos muchachos que antes no eran más que desconocidos. Una tarde, Chabolo, que apodaban así por algún juego de palabras sin gracia tan propio de su grupo, dijo "Chicos, esta tarde juego una buena mano", todos los chicos reían y le felicitaban, "Vaya, Chabolo, ¿otra vez? Parece que la cosa va bien". Lo cierto es que a la mayoría de los comentarios no les prestaba atención, hablaba más bien poco con ellos, pero tampoco lo veía necesario, éramos muchas bocas y no se notaba la ausencia de mis palabras. Chabolo eran un muchacho delgado, casi escuálido, con pelo corto moreno y un pendiente, resultaba que se había puesto de moda por aquellos panoramas. No era excesivamente respetado ni tampoco ridiculizado, pero su influencia en el grupo era bárbara, todos le querían, todos le apreciaban.

Después de algunos meses ya había pasado tiempo suficiente para darme cuenta de que aquel no era mi sitio, ¿pero se habían percatado los demás? Tal vez, pero si así era nadie se molestaba en hacérmelo ver, tampoco me pareció que nadie me despreciara; probablemente estaba con ellos para mantener la mente ocupada, curiosamente con ellos apenas articulaba palabra o gesto, pero no podía estar pensando en todas aquellas cosas que me arrastraron a ese lugar, mi cabeza estaba entretenida.

Los días pasaban, y uno tras otro Chabolo no paraba de repetir "Hoy he vuelto a jugar", a lo que respondían los demás "¡Vaya!, ¿qué has jugado?", "Póker de ases por lo menos, diría yo", decía con total egocentrismo mientras chocaba las manos de sus compañeros. Con frecuencia aparecía en el atardecer, sí, justo después de jugar. No me interesaba el significado de "tener una buena mano", ¿qué me importaba a mí? Un fatídico día me comprendí qué carajos significaba esa expresión, significaba como decíamos en mi barrio "pillar cacho", "ligarte a una pava", "enrollarte con alguna"... Tiempo después me enteré que yo jugaba hacía tiempo esa misma mano, pero no la supe aprovechar, arruiné mi futuro y las ganas de labrarme otro sólo por un póker de corazones rotos. Entonces aprendí que las desgracias no tienen piernas, pero siguen a sus dueños para seguir atormentándoles aun años más tarde.

domingo, 26 de enero de 2014

Suicidio en forma de flor.

¿Cómo esconder la dura realidad frente a unos ojos que nunca parpadean?, es necesario conocer la oscuridad para brillar en la luz. No hablo de límites ni estadísticas, mi cerebro no entiende de dígitos, ni siquiera cuento las lágrimas que caen de mi ojos casi a diario. He perdido fe y he ganado aun más desconfianza, y desde que me levanto hasta que me acuesto no hay un solo motivo por el que seguir viviendo, ¿no significa entonces que algo va mal? No, lo siento, no puedo aceptar lo que esa zorra con diploma asegura de mí, porque si todas esas palabras que me designan como un simple niño mimado son ciertas prometo que ya he firmado mi sentencia de muerte, ¿hace cuánto?, ¿es posible que desde crío haya marcado mi inevitable final? Esta no es la vida que elegimos, pero es la que vivimos, y ya que desde que nacemos no tenemos control sobre nuestro destino yo quiero sobreponerme ante algo, al menos marcaré mi final.

Ah, divagaciones y pensamientos que se disipan, es como intentar ver el cielo en toda su dimensión, Dios existe porque el sentido de la concepción lo vemos a diario, pero no lo percibimos. Me odio a mí mismo y quiero morir, pero sólo si puedo ahorrar el dolor de mis seres queridos, si no fuera así moriría de pena después de muerto. Lo siento, he vuelto a rezar después de un año, tú siempre decías que las creencias no nos hacen débiles, pero confiar en la mentira es tan patético, y todo para salir de un pozo en el que yo mismo me encerré. Asomado al alféizar con medio cuerpo fuera atado a los barrotes con un hilo de pescar, invisible, impermeable, inhumano. Sonrisas que vacían su ira destilada en exclamaciones que grito hacia mis adentros, estas acaban pudriendo mi interior, quemando mis vísceras. Por favor, no quiero de nuevo que vuelva un Lunes depresivo, ni un Martes cansado hasta el agotamiento, tampoco un Miércoles que se trate de resolver por sí mismo con algunos gramos, ni Jueves ni fines de semana que prometan siete días próximos mejores que los anteriores, porque es mentira. Mi depresión un pestilente lubricante y con cada uno de mis textos avanzo unos pasos más hacia el interior de mi inconsciente, allá donde no encuentro más que dolor, viejas heridas que todavía no suturan.

Ojalá ignorara tantas cosas que percibo sin querer.

sábado, 25 de enero de 2014

Se hace tan extraño volver al frío y yerto ambiente de las consultas, rodeado de individuos que con un simple vistazo a su apariencia cualquier persona llegaría a la conclusión de que están locos, son como un reflejo futuro, un portal hacia lo que me espera. He perdido la fe, me la jugué toda hace un par de noches. Planeo mi suicidio una y otra vez, intentando de encontrar la manera para desaparecer sin causar estragos, sin llamar la atención, causando el menor dolor posible. Inmediatamente mi sentido común (ese maldito bastardo que siempre agua la fiesta) interviene proporcionándome cordura y haciéndome pensar en mis seres queridos, pero no es más que una trampa que el miedo tiende para que me lo piense dos veces. Temo a que esta depresión haya arraigado en mi interior y sus raíces ya hayan infectado de por vida mi espíritu, mis ganas y mi paciencia; ya no hay un motivo para seguir y dejarme la piel por un futuro mejor, tampoco esperanzas ni expectativas.

No me importa mi futuro aunque cada mañana ceda a la presión, pero no dura más de unas horas. No puedo soportar otro golpe, me estoy hundiendo por mi propio peso; y era cierto, el nihilismo no es un cruel desierto, sino un oasis de tranquilidad, pero todo se torna a oscuro cuando la infinita verdad llama a tu puerta. Estoy roto, quebrado pero no partido en mil pedazos, por cada una de mis lágrimas diez de mi madre, y joder, no lo aguanto.

miércoles, 22 de enero de 2014

Bendiciendo, rezando con motivo y pensando en acabar con todo al estilo Tarantino.

¡Ay de mi sed de conocimiento y de mi curiosidad que jamás se verán sedientas porque nací coartado por un intelecto limitado!, carajos, yo siempre quise volar. Alguien debe sacarme urgentemente del fango, y me suda la polla si es un licenciado en psicología o si es una adolescente con unas preciosas piernas, pero yo tengo las manos atadas por mi enfermedad. Tal vez confunda mi depresión y todo esté en mi mente, tal vez esté malgastando un talento poco frecuente o probablemente esté divagando sobre las formas de un concepto mínimo que estoy magnificando por encima de sus posibilidades, ¿no significaría eso aun así que soy un genio? No lo sé, pero tantas madrugadas dedicadas al llanto deben tener algún significado, alguna razón de ser, no lo sé. Cuando me preguntan "¿qué tal?" respondo "bien", pero lo que de verdad estoy diciendo es "sálvame si puedes... olvídalo, no podrías" a gritos, necesito ayuda o el suicidio, o la libertad o la liberación, ya sabes de qué te estoy hablando. No quiero más gramos, no quiero dinero porque el dinero me hace más vanidoso, ¿por qué hemos de depender del petróleo que roban soldados en nombre de la paz?, ¿por qué debo acatar las normas de un país sólo por nacer dentro de sus fronteras?, ¿es posible que un crío tenga más razón que gobernantes y empresarios?, a ellos no les importa tener la razón, sólo les incumbe tener calefacción en sus casas, aparcar su Mercedes en su inmensa plaza de garaje y tener un plato caliente en la mesa para sus hijos, ¿pero qué hay de todos esos platos que se quedan vacíos para que ellos tengan sus lujos, qué hay de todas esas costillas marcadas? 

No huyo de un problema, trato de obviar una dura realidad, y es justo eso lo que pater no logra comprender, que vivo haciendo lo imposible. Dice que si sigo así no tendré más remedio que volarme la cabeza cuando pasen unos años, que busque maneras de tener la cabeza ocupada como volver al equipo de fútbol, ¿pero eso no sería entonces mentirme a mí mismo, intentar no pensar en ese concepto que llevo tanto tratando de alumbrar no se podría considerar como una estafa a mí mismo? Hoy no necesito amigos, tan solo un sofá en el que tumbarme y una agridulce depresión que me arrope, nada más. Estoy roto y tan ridículamente lejos del suicidio, pero a un paso de renunciar a todo.

"De haberlo sabido no te habría parido", es comprensible, ¿qué siente una madre al ver que su hijo es un depresivo inadaptado? "Ahora cuando veo a una embarazada me apiado de ella y de la vida que lleva dentro", me duele tanto haberte arrebatado la ilusión... me has visto llorar demasiadas veces. Criaron diecisiete años a un niño que nació muerto, ahora no ven el momento de que sea el entierro.

viernes, 17 de enero de 2014

From my stomach.

He llegado a límites que desafían la concepción de dolor, indagando umbrales peligrosos para la cordura. No es necesario que nadie me enseñe la belleza de la vida, ya la veo en todas partes, incluso en la desgracia; es por ello por lo que me siento deslumbrado y no encuentro motivos para seguir. No existe la libertad absoluta, tan sólo sucedáneos que nos ofrecen la posibilidad de elegir entre opciones muy delimitadas, nos venden arena en el desierto. Me siento solo, alienado, inútil; pater tiene razón, mi plan de vida es optar por lo mínimo, ¿pero quién dice que quiera hacer algo provechoso con mi vida para la sociedad? La cultura y lo "políticamente correcto" me arrebataron la ilusión, y las personas la ingenuidad y la inocencia, ¿cómo voy a ser feliz si odio incondicionalmente a las personas que me dan la vida? 

A estas alturas morir suena a tópico, a vano intento por llamar la atención; pero no se equivoquen, el único consuelo que busco es el que encuentro en mi propia depresión. Salud para los que hoy beben y mañana mueren, para ellos el cielo en la tierra y la incertidumbre después de la muerte, ¿qué más se puede desear? Pensamientos que se ahorcan en las ramas de los árboles de mis recuerdos que son mis sentimientos, no hay lugar mejor para colgarse, para atarse y a la vez desatarse. La muerte siempre me atrajo más que la vida porque es algo que no conozco, porque es liberación, porque es descanso.

jueves, 16 de enero de 2014

She has a moist vagina.

Desde el más nauseabundo rincón de mi interior surge este odio perro, esta incondicional manera de odiarlo todo. No entiendo de donde saco cada mañana las fuerzas para fingir, supongo que mi cerebro entiende bien que es preferible aparentar felicidad y pasar desapercibido a mostrar lo que siento y que todos quieran matar su aburrimiento a costa de mi dolor. Distimia es el odio, es la carencia, es todo ese cúmulo de pensamientos enfermos que satirizan mi interior, que convierten mi alma en un espeso y oscuro fango.

Cada uno cree en una historia, yo creo en la mía. Es bello, tan bello interiorizar el dolor y recordarlo, sentirme de la misma manera y no querer salir nunca de él. Es un sentimiento tan puro y tan fuerte que me hace encerrarme en mi memoria y en mí mismo, entonces pierdo las ganas de morir y sólo deseo sufrir aunque implique seguir vivo. Me curé aparentemente de una profunda depresión, y como mi cuerpo necesita tristeza volví a caer y me estoy ahogando. Cuando la droga escasea aprendes a valorar cada micra, a saborear cada calada y sobre todo a racionarla.

jueves, 9 de enero de 2014

Profesor dorado.

Llegamos al río seco a media mañana, estábamos inseguros y nerviosos, ella se veía tan desentonada con él y conmigo; ella sólo pensaba en que todo se le iría de las manos, en que no podría sostenerlo. Caminamos por el cañón durante aproximadamente una hora, nos sentíamos tan impacientes, no podíamos esperar a aquel momento incierto en el que sin saber de qué manera y cómo nos afectaría despegaríamos para emprender un viaje hacia un lugar tan lejano. Las risas eran constantes, las montañas se derretían, los árboles danzaban a nuestro alrededor, los colores se intensificaban hasta límites que jamás pudimos imaginar y todo lo claro brillaba como el reflejo limpio y puro del sol sobre la superficie del océano. Ella aún seguía encerrada en su mundo de incertidumbre y de inestabilidad cuando él y yo encontrábamos motivo de risa en las propias carcajadas del otro, en el hecho de haber comenzado una búsqueda en una experiencia que unos críos como nosotros tal vez no estaban preparados para experimentar.

Escondido entre los altos árboles y el follaje encontramos un disimulado sendero que conducía a una gran grieta de una de las paredes de rocas del cañón, aquel lugar nos trasmitió a cada uno de nosotros, individualmente y en completa soledad, ese estado que no espérabamos, pero que buscábamos de alguna manera. Entré, no había más de un metro de espacio entre ambas paredes de la gruta, el agua surgía de ellas, tocaba y olía el barro, respiraba la humedad; e influenciado por mi propio misticismo silbé. Mis silbidos cobraron vida propia mientras las ondas del sonido rebotaban de una pared a otra, habría deseado tener mi guitarra entonces, pero no me fue necesaria, mis labios emitían sonidos mágicos que yo no pensaba, llegaban solos. Yo era Miles Davis y mis silbidos eran un solo de trompeta, el murmullo del bosque era el resto de la orquesta, hicimos un jazz precioso allá dentro. Fue entonces cuando empecé a entender la complejidad del lugar hacia el que me destinaba aunque nunca llegara a comprenderlo del todo.

Preparamos un fuego, hacía frío aunque el Sol nos alumbraba directamente, ella nos invitó a él y a mí a un cigarro (¿a cuántos nos invitó ese día?). Nunca uno había sabido mejor, el humo púrpura destilaba la situación aportando un tinte soñador, el rojo intenso de la hoguera, tan intenso como nunca lo había visto pero a la vez transparente, asustaba, era una criatura enojada que respiraba. Entre más risas y conversaciones tratando de explicar lo que sentíamos algo nos hizo dedicarnos a nosotros mismos, a descubrir todo lo que el universo y el mundo nos mostraba y sólo en ese estado podíamos entender y estudiar. Una simple hoja seca y muerta tirada en el suelo no era lo que parecía, sino un universo infinito de ramificaciones de tallos, grietas y colores. Todo estaba por descubrir y nuestra curiosidad no tenía límites, el tiempo pasó, y pasó lento, pasaba lento aunque a su vez nos pareciera increíble que hubiéramos dedicado tanto a cosas tan aparentemente banales como oler la madera quemaba o abrazar un gran eucalipto y escuchar sus latidos, pero amigo, no nos encontrábamos en este mundo, no físicamente. Los sentidos se engañaban los unos a los otros, y entonces comprendí que si regimos nuestra existencia únicamente por lo que percibimos por nuestros sentidos erraríamos, pues, ¿quién dice que la percepción que nosotros entonces teníamos era falsa y no la del resto de las personas en estado normal?

El regreso a la ciudad fue además un regreso a la realidad bastante forzado, ya oscurecía y empezábamos a notar en nuestros músculos el cansancio de horas tras horas de levitación. De mi mente se escapaban aquellos miles de pensamientos que hacía horas transcurrían a la velocidad de la luz a través de mí. Pisábamos asfalto, echamos una mirada atrás y vi como todos los árboles se despedían de mí contoneándose. Mis brazos ya no flotaban como si en lugar de llevar oxígeno en las venas fuera helio lo que se transportaba a través de ellas, mi cuerpo había recobrado su peso; pero tal vez fue todo aquello demasiado que considerar para mi cerebro. El camino fue largo, cinco minutos se hacían quince, cien metros se hacían setecientos, y sin saber muy bien cómo ni cuándo, empecé a temer por todo. Él y ella aparentemente ya habían regresado, yo todavía estaba volando por Andrómeda. Todas las personas centraban su mirada en mí, todo me acechaba y me asustaba, estaba sumido en un espeso fango de agonía, en una dimensión extraña de tinieblas pululantes. Nada me ilusionaba y todo era malo y violento, me asustaba el hecho de no regresar, de haber descubierto un sentido mucho más pesimista de la existencia que no había imaginado antes, estaba solo, más solo de lo que nunca me sentí porque ni siquiera podía contar con mi sentido común ya que este yacía desangrado a las puertas de mi intelecto. Horas después llegó la calma, y aprendí una complicada lección, sé que estuve de pie frente a la mayor inmensidad que un ser humano puede concebir: el propio cosmos y la idea de su concepción, un gigante de hierro, un sol oscuro, un martillo incesante que a base de golpes que propagan la muerte continúa dando cuerda al engranaje infinito del universo.