Es un fino hilo de oro, atado a mi cintura, lo que me mantiene unido a este mundo, pues la realidad se siente como un sueño y mi cuerpo parece, en ocasiones, no ser un apéndice natural de mi conciencia. Todo se mantiene en un equilibrio extraño, pareciera que por momentos absolutamente todo fuese a sucumbir, que esta vida se quitara una careta y presumiera de su falsedad. La mayoría de las sensaciones pierden trascendencia, el ego se diluye en su propia oscuridad, soy un mero espectador sin ambiciones, las palabras no pueden explicar.
Cualquier cosa me gusta, cualquier cosa me da placer, cualquier cosa me hiere. Ahora que me observo desde afuera y veo mi carne como la del resto, me doy cuenta de que pertenezco a un cuerpo semejante a otros, unido al deseo hedonista y a la dependencia hacia esta sociedad de consumo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario