domingo, 26 de marzo de 2017

La paja de bolsillo

Era un día cualquiera y estábamos llegando de visitar a la señora basura, era increíble la cantidad de comida en buen estado que los supermercados tiraban al contenedor. "Esta es la mejor manera de joder al sistema", me decía Jon. Encontramos fruta y verdura; pimientos verdes, alcachofas, plátanos, naranjas y lechugas, alimento nutritivo y gratuito. "¿Para qué voy a gastarme el poco dinero que tengo en comida pudiendo encontrarla gratis y justo en frente de casa?", era cierto, buscar en la basura era como una aproximación al verdadero estado del bienestar: eliges lo que deseas, lo agarras y lo consumes. Sin explicaciones, sin pagar nada. Y esos hijos de puta nos comían el coco con el rollo de la escasez, no hay comida suficiente para todas las personas del mundo pero sí como para desecharla aun siendo comestible.

Entramos en su piso y empezó a hervir algunas piezas en una olla grande con agua.

—¿No ibas a pillar cerveza?

—Antes voy a fumarme un porro.

—Puto porreta.

—Puto politoxicómano.

—Oye, antes de irte pregunta a Kate si quiere algo de la tienda.

Me fumé el porro, me dirigí a su habitación y abrí la puerta. Estaba tumbada en la cama desnuda cubierta parcialmente con una sábana.

—Hey, Kate. I'm going to the shop. You need something?

—I'm fine. —Cerró los ojos y siguió durmiendo.

Estaba bien, sus tetas en forma de pera estaban bien, sus labios perfectos estaban bien, su divino cuerpo ario estaba más que bien.

Salí disparado hacia la tienda, quise tomar otro recorrido distinto al habitual para despejarme así que di un rodeo y cogí un sendero de tierra que se introducía en el bosque. Al tomar una curva vi a un gran oso bloqueando mi trayectoria dándome la espalda, estaba ocupado escarbando en el suelo. Él aún no me había visto cuando empecé a retroceder, primero lentamente y después lo más rápido que pude. Tuve esa sensación típica de los sueños en los que algo parecido a una corriente de agua poderosa e invisible te frena cuando más prisa tienes. El animal se percató de mi presencia y se apresuró a atacarme, recordé en ese momento que oí en alguna parte que lo mejor para ahuyentar a un oso es mantener la posición territorial y nunca huir. Así que eso hice, me quedé parado como una estatua y cuando estuvo junto a mí me atacó con un zarpazo y entonces desperté sofocado y con una erección del carajo.

Pensé que fue real, fue tan real como pudiera haberlo sido. Evité las ganas de cascarme una paja pensando en ella.

Pensé que tal vez me estaba enamorando. Joder, sí, me estaba enamorando de esa perra.

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