Me despierto por la mañana y lo primero que hago no es mirarme al espejo, muchos piensan que soy mediocre porque no han visto la luz en mí, otros creen en mi talento aunque en realidad fueran cegados por un reflejo y finalmente nunca nadie contempla la verdadera expresión de mi rostro. La cara del viejo aburrido que se masturba por los rincones, la del perezoso, codicioso y vicioso jornalero que se conforma con las migajas.
Tengo un duendecito dentro mío que me dice las cosas que tengo que hacer y las que no, separa el bien y el mal dibujando con tiza una línea en el suelo, así que hacia el interior todo está ordenado mientras que afuera reina el caos. El caos dio lugar a mi encarnación en este cuerpo, el azar no siempre es maligno.
Aunque sólo fuese por un momento quisiera tocar la gloria, pero es egoísta exigirlo sin emprender para conseguirlo, es absurdo desear el gozo de la divinidad sin experimentar el sufrimiento en la divinidad.
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