jueves, 19 de mayo de 2022

El ritual

Por las mañanas siempre me duermo en el tren, normalmente alguien me despierta en la última parada, doy las gracias en inglés, no sé por qué. Un día me desperté a diez kilómetros de mi parada después de que el tren emprendiera la ruta de vuelta en sentido opuesto, no siempre se puede contar con la bondad de las personas para despertar. Los trenes son estúpidos, la gente piensa que son el transporte del futuro, pero es el vehículo más desagradable y mierdoso que existe.

En fin, voy para el trabajo, tengo que estar todo el puto día delante del jodido escritorio porque mi jefe está de vacaciones por primera vez en catorce años porque el jefe más jefe de todos los jefes es un hijoputa explotador, como todos los jefazos, que no le importa una mierda si trabajas hasta que te sangre el cerebro por desidia o cansancio. Le importa una puta mierda que debiera haberte pagado hace diecinueve días porque el muy subnormal piensa que te alimentas del aire y te desplazas treinta kilómetros every motherfucking morning para ir al curre volando como Son Goku en tu nube mágica.

Bueno, y te pasas allí horas y horas hablando con clientes insatisfechos y gente a la que no le interesa lo que vendes aún habiendo ellos mismos pedido información previamente. Así que llega un punto en el que te chorrean los huevos de sudor y te da absolutamente igual si le meten fuego a la empresa o si el dueño se ahorca en el almacén porque tú no vas a estar allí para sufrirlo, porque a tus ojos es sólo un trabajo de mierda más que te da ansiedad y te jode la puta vida para seguir con tu puta vida. Una cruel ironía en sí misma.

Entonces vas de regreso a casa después de haberte empastillado todo lo que puedes, otra vez en el asqueroso tren, por supuesto, con cara de idiota y escuchando música, esperando llegar a tu parada tratando de no quedarte dormido mientras ves pasar niñas de quince años hipersexualizadas que te gustaría follar como si no hubiera un mañana. Pero no puedes mirarlas, no puedes permitir que nadie te pille observándolas porque entonces queda demostrado de manera irrefutable que eres un puto enfermo de mierda pajillero cuya madre no le dio cariño y cuyo agujero del culo debería estar entre barrotes para ser sodomizado una y otra vez. Prometeo encadenado a una roca, Jesucristo clavado en la cruz.

Te olvidas de todo eso, fijas tu atención en tus pensamientos, bajas del vagón sin estar seguro de cuánto tiempo ha pasado, te quitas la puta mascarilla asquerosa para imbéciles a quienes enseñaron a no pensar, ves más menores con poca ropa y culos y tetas y rostros increíbles y hermosos. Pasas el billete por la máquina, se abren las puertecitas de vidrio transparentes que nunca están del todo cerradas pero sí lo suficiente para que ningún cabrón listillo se cuele. Adelante señora vaca, puede pasar, pronto será usted ternera cruda. Llegas a casa, preparas la cena, preparas el almuerzo para mañana porque ni de coña te vas a gastar cinco pavos al día en comer fuera durante el descanso del curro. Te duchas con agua hirviendo, te miras la polla, observas tu cuerpo, te sientes extraño encerrado entre tanta carne y huesos. Te tumbas en la cama, te fumas veintiocho porros, te haces una paja, te fumas otros veintiocho porros y tragas un par de pastillas más para no pensar en el suicidio. Para cuando te das cuenta tu ocio diario se resume en ver Netflix a las tres de la mañana mientras te drogas. Te da ansiedad saber que en cuatro horas vuelta a empezar, otra vez el trabajo de puto chupapollas, otra vez a pasar sueño, pánico, miedo, hacer como si no pasara nada, esquivar las miradas siempre extrañas de las personas. Y eso.


Charly García - Parte De La Religión (Álbum Completo)

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