jueves, 8 de agosto de 2013

Extraños con recuerdos en común.

Ese sentimiento de sufrimiento implícito en el acto de amar. Para cada cosa buena, mil malas, la casualidad dota a nuestras vidas de posibilidades para reflexionar. Está en la cabeza del individuo querer saber quién es, indagar en el sentido de la vida misma. Aunque irónico, mis crisis de identidad me hacen ser quien soy ahora, y no es que me enorgullezca de mi persona, pero soporto mejor el peso.


Dolor por los recuerdos inolvidables de días de rutina, amor por esas personas que te hacen seguir viviendo como en los viejos tiempos, mi obsesión con el pasado. Y no es que no me permita disfrutar del momento, pero es una llaga que permanece. Las noches se hacen interminables y dolorosas, mi felicidad se me adultera y suministra con cuentagotas. La lluvia limpia mis heridas. Cada noche admiro el mismo techo, los mismos pensamientos que trato de evitar, el mismo agobio.

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