martes, 21 de octubre de 2014

Se fiel a tu idea, sácala a la luz, enséñale al mundo su maravillosa creación. Muéstrala al sol y quémate en ella, arrójate al caldero, ahógate en tu propia polución. Se levanta contigo por la mañana antes de que amanezca, aparece en tu axila derecha disfrazado de bulto inesperado. No es cáncer, es la soberbia que quiere respirar. Todo lo que tenías que decir era adiós, conectar los puntos, tocar fondo para regresar a la superficie o alcanzarla por primera vez.

Eres el carburante de miles de presentes y futuras personas. Disfrutaste y consumiste los gramos, ahora el pasado son palabras, palabras de las que desvinculas el odio para dejarlas en buen lugar. Un lugar remoto en el que no vuelvan a molestar hasta que se degraden, hasta que se conviertan en ceniza y entonces puedas inhalarlas.

Un minuto más, un minuto más lejos de la realidad y más cerca de ti, de mi propio experimento. Porque no tengo la certeza de que este mundo sea el original, de que esté viviendo para mí y no danzando para un infinito teatro; así que creo en ti, como algo atado, irremediablemente correlativo a mis ganas de vivir y a las de quitarme el gran privilegio que es haber nacido. Ah, un privilegio que nunca requerí.

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