sábado, 2 de julio de 2022

Qué incompleto creaste al hombre, Señor, tú que le diste deseos de surcar los cielos pero no alas para volar, además lo castigas otorgándole la razón para que así sea consciente de su propia miseria. Ay, pienso a veces, que la crueldad rige la vida y la muerte, los astros, las estrellas y el universo entero; y como este, el sufrimiento es eterno.

Algunos deseos, por otro lado, muestran una singular naturaleza tan poderosa que parecieran ser tangibles, pudiendo incluso interactuar con la materia. Algo inmenso y terrorífico que, sin embargo, esconde una ignota belleza indescifrable que entraña un secreto oculto, bañado de oscura nostalgia y recuerdos azarosos que pueden destruir el espíritu. Aquellos días de inquietud pasada se mezclan con los del presente y me persiguen incesantemente, por irónico que resulte, eso mismo me hace seguir adelante por creer en la redención.

Pero cuando ya no hay nada por encima de uno, salvo El Señor y sus enigmáticos susurros, el mundo invita a los sentidos a disfrutar de su mediocridad. El terrible principio de que nada es cierto, o al menos de que nada puede ser probado como tal salvo la existencia misma del individuo, encierra un misterio inconmensurable. Así pues me retiro a mis funciones como un monje a sus tareas, sin preguntar por qué o cómo, acaso suspirando por una fe indescifrable. No conozco otra manera de sobrevivir a la muerte que dejar un legado tangible que haga tambalear el corazón de las personas, y de ese modo, también los de la civilización entera.

Aun sin hallar una certeza absoluta que nos defina, aun sin encontrar un bastón sobre el que apoyar esta endeble empresa que es la vida, siento que puedo demostrar un sentido que todavía me es desconocido y enigmático. Tal vez, por consiguiente, hemos de creer que el ser humano es un pedazo de carne, como cualquier otro, rellenado de vida, y que al igual que la semilla que cae del árbol, estamos sencillamente destinados a obedecer el dictamen superior: la obcecación por perdurar en el tiempo, pues somos esclavos de él.


Anita O'Day - Sings The Winners (Full Album)

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