miércoles, 7 de diciembre de 2011

No elegí nacer, pero sí elegiré cuando morir. (4)

Recelos y odios, impasivo y compasivo se mantiene por desgracia la añeja estatua del perecido joven Sadness, pero llora por dentro de sí. Todo lo divisa desde su altura, es grande y voluminoso; pero en realidad es tan débil y sensible. Llora porque ama a quién no le ama, y a quien le ama a él, él no le ama. La vida es tan injusta, las personas son tan injustas, solloza por la injusticia. Hace tiempo dejó de creer en la amistad después del amor, ¿por qué se encadena?, pobre sensiblero.

¿Quién iba a llorarte a ti, doliente desconocido en el recuerdo de todos? Nadie evoca ya los besos que diste, porque fueron tan pocos y ridículos. Hoy renaces depresivo de las cenizas de algún zorro con pretensiones de oso. Querría cortar su piel, ¡pero es de roca!, aguardando se pasa los días, dicen, a una tormenta que con un rayo pendenciero le parta en dos. ¿Quién iba a echar de menos la estatua del joven Sadness?

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