lunes, 11 de julio de 2016

Pido a dios una redención y el diablo me da la momentánea satisfacción que en ocasiones conlleva el mal, sin pensarlo dos veces tomo el camino fácil y rápido, tendrían que apuntarme con un arma para que no lo hiciera y me temo que dios no usa pistola. Soy débil, la carne es débil, los cristianos tienen razón en eso, la debilidad te acerca al mal porque la sociedad no acepta los defectos reales de las personas. El mal es la manera de suplir en el interior el vacío de una carencia, el mal abunda en mi interior pero mi mente y mi cuerpo son endebles. Definitivamente podría matar a alguien y organizar el funeral más respetuoso y solemne de la historia de los funerales.

Camino entre los senderos de la luz y la oscuridad, la penumbra sienta bien, ni frío ni calor. La gente teme a la oscuridad, pero todos dormimos mejor de noche. Sin noche no hay día, sin un lugar en el que brillar la luz no se haría vigente.

Titubear está bien, no digo exactamente la verdad pero tampoco miento, me mantengo así en equilibrio. Muchos días los paso en blanco, me despierto a las tantas a falta de algo que me motive a levantar, fumo un poco después del mediodía y paso toda la tarde leyendo. Con suerte a la hora de la cena ya me habrá entrado hambre. Mi cuerpo es como una maquinaria invencible, me remonto tiempo atrás y pareciera que los malos hábitos de toda mi vida me vinieron de puta madre para acostumbrar a mi cuerpo a dormir y comer poco. Mientras la gente duerme yo permanezco en vela con el cuerpo en una habitación y el cerebro a miles de leguas, cuando la ciudad despierta yo aún estoy despierto y listo para sumergirme entre la multitud como si fuera uno de ellos. Es grato en realidad, miro a la gente, me hace preguntarme cosas. Me gusta pensar en sus vidas, qué historias guardan y cuántas veces les han roto el corazón.

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