lunes, 19 de junio de 2017

Historietas divertidas para leer mientras esperas a que el mundo se acabe

Estamos tocando en nuestra calle estrecha de siempre, la energía viene y va, lo estamos haciendo bien. Lorenzo fluye en zig zag entre la gente mientras toca su violín, ésto molesta bastante y él lo sabe. Todos los niños pequeños que pasan se quedan embobados mirándonos, de hecho gran parte del dinero que conseguimos es gracias a los hijos que invitan a sus padres a darnos unas monedas. Los niños saben de qué va el tema.

Pasa una tipa hermosa, yo ni siquiera me percato porque estoy metido en mi mundo y de ahí no hay quién me saque, pero me fijo mirando por rabillo del ojo en su ropa negra y blanca a cuadros. Entonces en mi mente sigue persistiendo por un rato esa imagen difusa de una mujer con ropa extraña. Unos minutos después aparece de nuevo, esta vez la miro, se agacha un poco y nos echa algo de dinero mientras me sonríe, entonces yo sonrío y ella sonríe más. Como ya dije era hermosa, de algún modo ya lo sabía cuando vi su ropa. Acto seguido se va y no vuelvo a verle el careto.

Es ya de noche pero la gente sigue pasando, realmente pueden notar cuando estás tocando mal, cuando no tienes las energías suficientes, pero si haces un esfuerzo los espíritus te ayudan.

—Tuve un amigo en Francia que me contaba todas estas cosas y la manera en la que él logró ponerse en contacto directo con estos espíritus que están alrededor, ¿no? Entonces durante una temporada consiguió un montón de cosas en su vida. —Dice Lorenzo. —El punto es que te ayudarán solamente si lo que haces es honesto y puro.

Un tipo barbudo y borrachín aparece por nuestra calle con una guitarra al hombro, un cigarro en una mano y una lata de cerveza en la otra.

—Voy a hacer la terraza. ¿Me queréis ayudar y nos repartimos el dinero? —Pregunta amablemente.

—Na. —Respondo yo.

—Lo que vosotros hacéis en dos horas lo hago yo en cinco minutos.

—Bien. Más dinero para ti.

***

Otro día más que volvemos, saludamos al llegar al segurata del Thyssen que ya nos conoce porque le jodemos la siesta todas las tardes. Nos ponemos a ello, lo hacemos bastante bien para lo que me esperaba, casualmente descubro que levantarme temprano e ir a tocar solo a cualquier lugar tranquilo me sienta de puta madre como calentamiento para hacerlo mejor por la tarde. La putada es que la gente no siempre responde favorablemente por muy bien que toques, así que allí estamos haciendo un trabajo genial con poca retribución. Es durante ese tiempo en que Lorenzo se estresa y decide hablar con un tipo que pasa con su familia que previamente habían estado escuchándonos.

—Mister. Would you like to listen to our music and tell us your opinion? 

—I would, but we are late. Anyway I want to help. —Dice el hombre mirando el interior de su cartera.

Su mujer, que estaba al loro de la situación, empezó a buscar monedas también. Ninguno de los dos encontró ninguna así que el tipo sacó un billete de cinco euros y nos lo dio.

—Really? —Dije yo.

La familia sonrió dulcemente.

A partir de ese instante había ciertos momentos en los que las personas se estorbaban unas a otras para arrojar dinero en la funda. Seguimos tocando por una hora y sacamos unos treinta pavos. Acojonante, durante una hora nos prestan menos atención que al pedo de una mosca y a la siguiente nos pagan incluso cuando no lo estamos haciendo tan bien. Definitivamente la gente no tiene ni idea de música.

Aparece de nuevo el guitarrista borracho, vuelve a pedirnos de tocar con él, nosotros nos negamos y otra vez nos suelta el rollo.

—¿Por qué preferís tocar en la calle y sacar unas monedillas antes que tocar en la terraza de un bar y ganar dinero de verdad? Eso que hacéis es una miseria.

—Felicidades. —Digo yo con la más grata de las sonrisas intentando tocarle los cojones.

—Tú eres de Málaga, ¿verdad?

—Sí.

—Se te nota porque eres muy vacilón.

Creo que a la próxima le pisaré la cara.

***

Otro día más en el que me despierto temprano, fumo un poco, toco un poco y después voy al centro a nuestro sitio de siempre. Desde la primera pieza todo fluye de una manera especial, tan fácil y tan mágico, que al terminarla Lorenzo me abraza.

—¿Qué te pasó hoy que estás tocando increíble?

—Illo, ni puta idea. Son fases, ya sabes.

Y es cierto, pretender estar siempre bien en la música es imposible, ambos no conseguimos entender bien este proceso, pero una vez que estás en la cresta hay que aprovechar y no pensar.

Seguimos así haciéndolo genial, la gente se para a escucharnos y nos pregunta si componemos todo lo que tocamos, y respondemos simplemente que lo nuestro es la improvisación y que la buena música que hagamos o no depende únicamente de la energía del día y no de nuestro talento. Bueno, tal vez nuestro talento sí influye algo.

—Me encanta vuestro estilo. —Dice una mujer.

—Precioso. —Dice una anciana.

Una muchacha pasa en bici: —Está la policía por ahí. Tened cuidado.

Yo respondo con un guiño y una media sonrisa. La policía nos trata bien, incluso hemos llegado a bromear con ellos.

Pasa un tipo que conozco de vista, nos empieza hablar, él no recuerda que nos conocemos.

—Estoy empezando un nuevo proyecto. Va de regalar droga. ¿Te interesa?

—Ya lo creo.

—Mira, te explico el proceso. Hay varias drogas al alcance de cualquiera. A la primera la llamo contacto planetario, consiste en tumbarte desnudo bocabajo con el cuerpo en contacto con La Tierra, después de un rato das media vuelta, y eso te da un subidón de energía positiva tremendo. La segunda es droga-Sol, que como podrás imaginar consiste básicamente en tomar El Sol, eso además de un montón de vitaminas para el cuerpo te da un cebollón magnífico. Y luego está coca-mar, que básicamente es meterte en el mar durante un buen rato hasta que tu cuerpo absorbe la sal naturalemente. Uf, hoy me he metido un par de rallas de coca-mar y estoy fenómeno. Eso sí, hay que mezclar con cuidado y a gusto del consumidor.

El tipo se queda un rato con nosotros mientras tocamos, se pone a bailar y a contonearse dejando fluir la energía del cuerpo. Reímos y hablamos y después se va.

Más tarde reaparece el guitarrista cervecil.

—¿Queréis ayudarme a sacar un dinero? —El tío juega con la pena, primero intenta el chantaje emocional.

Le decimos que no de nuevo, lo encaja bien para mi sorpresa. Me pide un cigarro, se lo doy. Yo sólo estoy pensando en la patada que voy a incrustarle en la nuca a la menor falta de respeto. Me da una cartera que se ha encontrado en la basura forrada con imágenes del manga de Dragon Ball Z, yo la acepto con cortesía.

Por una vez entiende que está borracho y que no es lo mejor para él venir a molestar, así que nos da un poco más la lata con sus frases erráticas y después nos vamos porque ya se ha hecho tarde.

Una pena, me quedé con las ganas de saltarle sobre el pecho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario