lunes, 5 de junio de 2017

Abro el congelador y saco dos trozos de pan, los descongelo, los corto en rebanadas y los coloco en el tostador. Mientras tanto me pregunto si estará durmiendo, si aprovecha sus únicos momentos de paz. El pan se quema y sale humo, le doy la vuelta y contemplo lo negro. Me pregunto cuál es mi excusa cuando me dice que tener salud y juventud es tenerlo todo, "no sabes lo que es vivir algo como esto hasta que lo vives". Ahí está la trampa. Sigo con mis rebanas de pan quemado, las mojo en aceite, me las como. Miro por la ventana, me siento grande, siento que aún hay posibilidades para conseguirlo todo, seré capaz de aprovecharlas. Su cuerpo marchito es toda la inspiración que necesito para seguir adelante con todo, para llorar por dentro y sonreír por fuera, para ayudar y ser ayudado.

Me viene a la mente el amor, la risa, la pena, el llanto. La desesperación está siempre vigente, observo sus piernas. Toda la miseria del universo se concentra en su pecho. Dios, ¿cómo pudiste?, ¿cómo pudiste permitir esto?

Estoy sentado junto a él y él está sentado frente a la muerte, nunca leerá estas líneas, si acaso cuando se haya ido. Estoy sentado junto a él y sinceramente no puedo entender, no puedo entender cómo esquiva las ganas acabar con todo.

Brindo por ti, viejo, eres un gran hombre.

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