jueves, 14 de noviembre de 2013

La sangre arde cuando la brisa calienta.

Un hombre se despierta una mañana, y aun sentado en la cama abre el cajón primero de su mesita de noche y enciende un cigarro. Ha comprendido de una vez por todas que si vivir tiene sentido morir también, y en el caso de que no lo tenga, ¿qué le impediría entonces saltar por el balcón? No es una opción que le interese, vive en un tercero, de hecho ni siquiera sabe lo que quiere, porque carece de toda ilusión y ni siquiera la tiene por la muerte. Él quiere poder querer y querer querer, pero ya no quiere absolutamente nada. Realmente no se podría decir que está en ruinas porque hace tiempo que se convirtió en polvo que espera ser llevado por un viento céfiro. Y se pregunta, ¿cómo iba a ser la muerte algo digno de evitar si tantas personas buscan en ella la liberación?

1 comentario:

  1. Increible. Los textos que tocan la muerte siempre me tocan el doble. Un abrazo grande!

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