Acertaste, y ahora mantengo esta lenta agonía a través del tiempo y el espacio. De nuevo en el mismo lugar, o casi, es ridículo. Mientras yo tocaba él moría lentamente, sin quererlo convertí lo que en ese momento componía en su réquiem. Todos los días [absolutamente todos] por mi mente pasa ese pensamiento maldito, trato de esquivarlo pero siempre me acierta. Después yo sostengo el frío metal, ya sabes.
Bebo del aire que empaña la hoja de tu guadaña, y de tus muelas saco los gramos blancos. Lo siento, vuelvo a estar obsesionado, dime cómo controlarlo. ¿Puede convertirse el dolor en una enfermedad?, ¿y qué enferma, el cerebro o el alma? Ah, si ni siquiera te he enseñado una décima parte de lo que escondo y ya he sufrido las consecuencias por días, ¿cómo iba a contártelo todo? Ojalá leyeras ésto y obviaras, que por una puta vez supieras cuándo parar, que me dieras un respiro y comprendieras que el final está próximo y es inevitable. Todo está dentro de mí, llevo una bestia que por las noches despierta.
tus últimos textos de diez como siempre.
ResponderEliminarno comento en todos pero los leo todos.
un abrazo enorme.
Lo mismo digo!
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