Esta noche escribo desde el más iracundo y húmedo rincón de mis intestinos, donde fermentan mi odio y mis ansias de matarme. Lo siento, no puedo estar bien, mucho menos después de que me lo hayas contado todo sin decir ni una sola palabra; y después esperar que no te odie, que no te insulte, que no te desprecie. Ojalá, ojalá metieras la pata, me quemara y trataras de esnifar mis cenizas (como siempre ha sido y siempre será); pero esta vez no, esta vez no voy a estar. Joder, ¿cómo negarme?, toda la vida autodestruyéndome y cuando busco en ti la serenidad no encuentro más que dolor; es un ciclo imbatible, todo se repite y vuelve al mismo lugar. Por momentos olvido todo lo que hemos vivido, y el rencor desaparece, mis hombros suben un poco, respiro tranquilo, a continuación siempre vuelvo a la realidad y me odio porque te odio y te odio porque me odio. Y no sé si estoy enfermo o soy el único humano sano.
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