miércoles, 17 de mayo de 2017

Hay algo que se queda bien dentro enquistado como un percebe, por la noche no me deja dormir, por el día me hace ser mejor persona. Lo rumio, lo examino, lo contemplo. Desde el borde de la cama o el asiento del final del autobús, está ahí, giro mis ojos hacia dentro y lo veo ocupando un espacio que antes estaba vacío. Me ayuda a pensar frases bonitas que luego no escribo, me da ganas de estar vivo.

Lo dejo en su sitio para que se alimente con el tiempo y cada vez que me sienta cómodo me pinche y cada vez que me sienta triste me reconforte. Está ahí sin tener mucha conciencia de sí mismo, como yo, pero ambos nos damos sentido mutuamente.

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