miércoles, 30 de enero de 2013

El hijo del Grunge.

No quiero un final feliz, quiero un final cualquiera por duro que sea. Mi espalda parece encontrarse bien, pero no es así, somos muy parecidos realmente. Que me critiquen no es asunto mío, no me interesa lo que opinen de mí ni voy a esforzarme por cambiar nada. Me quedo tirado en el sofá llorando sin pensar en nada, admirando tonos de luz claros verdosos en el suelo del salón. Mi estómago ya no se esfuerza en expulsar su émesis porque sabe que vomitar ya no me da miedo. Es esta sociedad enferma la que alimenta mi misantropía.


Duermo seis horas durante el día y cinco durante la noche. Nunca pedí existir, ni este nihilismo desordenado, tampoco esta obsesión enfermiza de pensar en el pasado. No hay razones ni pistas para encontrar la felicidad, y si aseguro estar triste siempre, ¿me vas a juzgar? 

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