jueves, 7 de marzo de 2013

Extremos se tocan.

No soy gilipollas, pero me gustaría serlo un poco más. Es la putada de esta ignorancia, que no sé nada y lo sé todo, que no tengo ni idea de quién pero lo intuyo. Y castigos por amar y odiar hasta el punto de juntar los extremos. He comprado el mundo, soy el muchacho que lo hizo, hace mucho tiempo que dejé de odiar a la gente, y aprendí. Conversaciones breves y vacías con tal de quedar bien con el vecino en el ascensor, con tu padre en el garaje, con tu camello en el callejón.

Algunas veces doy un largo paseo porque sí y examino el barrio donde crecí, descubriendo detalles que siempre vi pero nunca miré, caminando por calles altas hallando caminos nuevos y paisajes típicos pero fantásticos. Y pienso en la belleza del Universo, en la belleza del amor y el odio, en la belleza de la violación y del suicidio, en la belleza de la guerra y del arte, en la belleza de la muerte y del cáncer que se llevó a mi abuela. 

No odies, no perdones, sólo obvia. Disfruto incluso de mi odio y del ajeno. Si tu mundo se desmorona no intentes permanecer de pie. Nos venden humo cada día y no nos damos cuenta, nos venden arena en este desierto, somos ciegos comprando cuadros. Solitario sin pensar y pensando, algo es algo y poco es más que nada, superfluidades. 

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