domingo, 1 de junio de 2014

Saber
que similar a ti no hay quien,
que nos estamos matando lentamente,
y de tu brazo sienta tan bien.
Examino las cumbres que coronas,
¿para qué quiero calor si tengo el de tu lumbre?
Perdona que me acostumbre a caminar bajo los relámpagos
mientras entonas versos de fina plata de ley.

Saber
que a tu alrededor todo gira más rápido,
que el tiempo pasa más lento
y las dolencias no castigan furiosas con su látigo.
En ti hay algo mágico,
un paisaje forestal que tiene mucho de trágico,
tal vez una soledad acostumbrada a las sombras,
escondida entre pequeños matices de dolor perpetuo

que se filtran delicadamente entre las palabras que dices.
Eres amor, eres pasión, eres guerra,
eres dolor transformado, y aunque no lo merezcas
también te consume la traición.
¿De dónde vino nuestro instinto de autodestrucción
y adónde nos lleva? Siempre me gustó pensar
que el dolor se ha encargado de atarnos
y lanzarnos juntos a lo lejos.

Saber
que tenemos el don aprovecharnos de manera egoísta
el uno del otro, que es lo que siempre insta,
¡y es una fastidiosa realidad que aceptamos con decoro!
Eres esa inspiración que siempre llega a la madrugada,
esa rima impecable que a veces sobra,
un pensamiento doloroso que desemboca en una acción macabra.
En definitiva, eres estúpida y antihumana.



                                                     A la joya en bruto que guardas y cuyo brillo a
 veces logra desempañar mi inspiración.



No hay comentarios:

Publicar un comentario