miércoles, 6 de agosto de 2014

Behind the doors.

A la espalda el Volga, al frente Stalingrado y entre pecho y espalda la ceniza de mis suspiros. Caray, por fin tenemos algo en común, pero yo lejos de creer en mi sempiterna razón, con frecuencia me dejo derribar y alumbrar por ese insano y acertado pensamiento que me dicta que no tengo motivos para quejarme. En fin, supongo que me he hartado de hablar siempre acerca de lo mismo y por eso te menciono; o será porque busco en ti la empatía necesaria para afrontar una dura perspectiva común.


Para no hacer caso de tus ojos me escondo entre las cuerdas vocales de Jim, y canto en silencio con misticismo hacia el techo que me ve dormir y revolcarme como un cerdo. Quisimos hacer oídos sordos al diagnóstico de un eco pasado, pero erramos y ahora tan sólo sé hacia dónde no quiero mirar. He comprendido que las cosas buenas pueden cambiar.

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