domingo, 17 de agosto de 2014

Camino de regreso a casa, es muy tarde pero nunca lo es demasiado. Sujeto entre mis dedos índice y corazón un cigarrillo húmedo, mientras escucho a los monos en mis auriculares me gusta fantasear con la belleza indomable. Habría estado bien que en ese momento hubieras mirado mi cara para que me dijeras si estaba triste o jodidamente alegre, porque francamente albergaba serias dudas.

¿Es la luz de aquella farola lo que parpadea o soy yo? Seguí andando y de regreso me crucé con viejos recuerdos, pero cerré los ojos, y justo cuando nos encontramos cara a cara me embistieron. Quise llorar, quise huir, quise haber aprendido a volar el anterior Verano para escapar lo más rápido posible; pero no hubo manera. Recuerdo que sus rostros eran blancos y pensé en devorarlos como si se trataran de gramos blancos de m, pero sería caer de nuevo en el error.

¿Qué es aquello que recta a través del cielo y la tierra, que levanta los árboles y me empuja hacia atrás? Tal vez se trataba de el destino incomprendido. Pero no podía quedarme para comprobarlo. Continué y acabé donde siempre, sentado en un sofá roñoso en el que descansar con mis amigos justo antes de que amaneciera. 

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