miércoles, 24 de diciembre de 2014

HUMBUG.

Yo, único y miserable, soy el hombre más rico de la tierra, pues también soy el que menos precisa. Yo, cognoscente de mi ignorancia e ignorante de mis cognoscencia, soy el hombre más completo de la historia pues nada se escapa a mi necesidad de conocimiento. Aquellas almas que dicen buscar la verdad y sin embargo retroceden un paso atrás cuando la realidad intangible se cuadra delante de sus miradas, no pueden aguantar la oscura verdad, no desean morir por dentro con tal de superar su condición animal.

Porque somos animales de carga, ah, sometidos por nuestra propia especie y a las necesidades que nosotros inventamos para nosotros. El dinero que ganamos trabajando es el tiempo empleado y el sudor derramado, trabajarás diez horas para comprar una televisión, serás mil horas más viejo para dormir entre cuatro paredes y tener una plaza de garaje. ¿Queremos vivir así?, no se confundan, no hay ninguna ley natural que implique redimirnos y someternos para poder vivir. Coexistimos en un hábitat de falsas obligaciones, de apariencias innecesarias, de peticiones absurdas. En una maldita exigencia constante que nosotros mismos hemos construido, que odiamos y seguimos; el hombre jamás será libre si no deja de ser hombre.

Claro está, que dentro de esta calcomanía de un mundo utópico y justo, que se asemeja más bien a una realidad dantesca y terrorífica, muchos individuos viven como dioses aprovechándose de tal desgraciado destino que ellos mismos y sus predecesores implantaron en la sociedad. El consumo sólo revoca en más consumo, el odio revoca en más odio, la falsa necesidad revoca en insatisfacción. Nadie ha de dictarte aquello que tu voz muda aclama al viento, sal ahí afuera a buscarlo y que no te engañen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario