lunes, 20 de abril de 2015

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Sobre el cenicero a rebosar de colillas mal apagadas se levanta una columna púrpura de humo que soporta con gran equilibrio el techo de mi habitación. Una pila de papeles pintarrajeados y garabateados hacen esperar cola a miles de ideas bizarras que flotan alrededor de mi cabeza dibujando círculos invisibles para el resto de los mortales. A veces una frase maldita que de un empujón me lanza a lo más profundo del pozo, otras un simple pensamiento que en rebelión con el resto me hace odiarme a mí mismo; el resultado siempre es el mismo: a algunos de mis allegados les toca recoger mis pedazos. Y tal vez no sea casualidad haber encontrado a cabezas pensantes quizás tan fustigadas como la mía.

Allá adonde miro sólo veo miseria, entonces busco las escaleras más cercanas, o el muro más fácil de escalar y algunas veces a través de barrotes y en otras ocasiones vislumbrando entre las nubes logro hallar un paraíso fácil de alcanzar. Tal vez el hombre estuvo en algún tiempo remoto en un lugar justo, rodeado de jardines y de murallas de enredaderas, ahora trata de huir de sus jaulas de cemento. Está ahí fuera, la salvación está en este mundo, no hay necesidad de dejar los años pasar, la ilusión que llamáis dios tiene dirección y número de teléfono.

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