martes, 7 de abril de 2015

Vine aquí para hacer de la necesidad una virtud, para convertir el pecado en peregrinación, y sacarle las cosquillas al drama para convertirlo en tragedia. Regocijémonos en los malos momentos, en los llantos, en los cortes, en los gritos, en los instantes de indescifrable dolor y retemos al sufrimiento a otro duelo más perdido de ante mano para demostrar que todo puede ser vencido, pues todo surge de nuestro interior y de la manera en la que percibimos e interpretamos nuestro alrededor. ¿No es entonces, tan simple y tan sencillo, destronar el odio, la vergüenza o los remordimientos como soltar un ave en el aire y que emprenda el vuelo? Destapar el corazón a plena luz del Sol, quemando el ego y apartando el antifaz, para así ver que todos nuestros actos son puramente egoístas y que no hay nada de perverso en ello, mientras que lo verdaderamente sucio y bizarro es nuestra insistencia en no aceptar que nuestra razón se muestra doblegada a nuestra voluntad de poder. Y yo digo, el bípedo es acaparador y codicioso por naturaleza, y ello nos hace mortales y simplemente banales aunque peligrosamente complejos.

Siempre es ahora, siempre es el presente, siempre es el momento exacto y oportuno para emprender.

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