miércoles, 25 de julio de 2018

Mejor que pensar o hablar es actuar, para omitir el miedo dosis de queroseno, para mitigar la histeria incienso. Convierto mi habitación en un templo, la cadencia de los minutos varía y el tiempo se deshace, lo noto en los latidos de mi corazón y en el movimiento lunar. De un chirrido lejano extraigo la armonía, el ritmo del crujir de mi cuerpo y mi mente lo ordena todo. Olvido quien soy, ni siquiera reparo en ello, ya no estoy solo porque también olvido la soledad, y antes de irme del todo me despierto precipitadamente, o me voy y vuelvo eones más tarde.

Un Sol azul me ilumina la cara por las mañanas, a veces me entristece decepcionar a las personas, otras lo intento encarecidamente, y así el ego y la honestidad juegan sus cartas y mantienen su relación de amor-odio. Mueve esas caderas que dios te dio y da gracias, ojalá todos los males fueran como el de la soledad, que se cura con un par de palabras y un abrazo. Cada día es un obsequio como una mierda caliente envuelta en papel de regalo, pero ah, qué bonito lazo rojo con el que decoro mi pelo y engalano mi alma para el siguiente paso.

Y otra vez se hizo de noche, de nuevo un día pasa por delante de mis narices y ni siquiera me di cuenta. Un poquito más curvado con postura diferente y mi corazón combo baila el swing, y ni los que hablan mi idioma me entienden bien, como cuando digo que nací de una vagina y me gustaría morir parcialmente dentro de otra.

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