domingo, 4 de mayo de 2014

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Esta madrugada desperté entre acordes de quinta, y por si fuera poco al cerrar los ojos me pillé los dedos con la puerta de mis párpados. Las noches son crueles, en serio, nada bueno ocurre a horas tan avanzadas, salvo que sea malo para otra persona. Me odio a mí mismo y quiero morir, y puedo decirlo con absoluta certeza sin necesidad de que mi novia me haya dejado, de que mis amigos me hayan traicionado, de haber perdido a mis más importantes compañeros, de que este mundo esté en permanente discordia conmigo o todas las anteriores juntas.

Yo soy el genio maligno, yo desmiembro la realidad y tejo una tela falsa donde todos pensamos y nos movemos. Yo soy ese dios con sentido del humor que mandó a los hebreos a tostarse cuarenta años bajo el sol del desierto. Yo soy ese dios que sentado en su trono del Olimpo encadenó a Prometeo durante toda la eternidad al Cáucaso para que un águila devorara su hígado cada día. Yo soy, en definitiva, mortal cognoscente de todo el dolor pero a la vez ignorante voluntario y por necesidad imperiosa.

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