lunes, 5 de mayo de 2014

Funciones lineales sobre el funcionamiento del cerebro de una rata.

Por desgracia nada va bien, nada está en su sitio, o tal vez el entorno ahora sea diferente. En los últimos meses no he ansiado casi nada, y la ilusión de conseguir algo que deseaba enseguida se vaporizaba entre mis manos cuando lo conseguía o simplemente lo olvidaba cuando resultaba ser una tarea que requería demasiado esfuerzo para tan poco beneplácito. Creo que todos estos años de llantos, riñas, traiciones y derrames hormonales han sido un buen anestésico para dejar de sentir, tanto lo bueno como lo malo. La joven angustia adolescente ha merecido la pena, ahora estoy aburrido, y jueces autodeterminados juzgan más de lo que jamás han vendido. No sé qué camino tomar, ni siquiera sé qué opciones tengo, ah sí, seguir la corriente como un pez muerto o remontar río arriba, tratarán de pescarme. Las pocas fuerzas que me quedan las empleo en la reflexión metódica de mi existencia y de la razón de esta, y aunque aparentemente de nada sirva para solucionar mis numerosas aflicciones, estoy seguro que en el fondo de la verdad primaria se encuentra no la felicidad, si no el conocimiento absoluto y pleno que trae consigo la ataraxia. Con esto no trato de evitar el sufrimiento, de hecho, desde que probé de su agridulce néctar jamás quedé saciado por mucho tiempo y siempre necesité más, a veces pienso que el dolor es imprescindible para el verdadero crecimiento del espíritu.

Algunos días el suicidio parece una opción muy viable, y siempre lo será, porque mi autodeterminismo me conforta, me da la capacidad de elegir sobre mí mismo antes que nadie; y si desaparezco por un disparo certero, o bien por unos cuantos gramos de más, que en mi epitafio escriban "Murió porque fue su decisión".

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