lunes, 24 de noviembre de 2014

No sé qué me depara la vida, tampoco me interesa. Soy una estrella fugaz danzarina, y cuando me haya ido el brillo de mi estela perdurará, marcado a fuego en la memoria colectiva. Amabas algo que desperdiciaste, tú, que recibiste el don que aclamabas al cielo (o que tal vez el cielo te concedió sin formulación alguna), ¿no crees que aparte de imbécil eres arrogante, arrojando por la borda aquello por lo que muchos dejan su vida? Y ahora, ah, lloras y pides una explicación, porque es lo único que mereces. Aunque de igual manera tampoco te es concedida.

Las luces se mueven, bailan, son movidas por el viento, al menos así en mi mundo. ¿Y quién dice que mi realidad ficticia no pueda ser más feliz y menos utópica que esta realidad falsa? Algún día postrados sobre la cama, cada uno de vosotros, con el rostro arrugado y los dedos doblados, exclamaréis al cielo ¡¿por qué no me quemé en el fuego, por qué no salté al vacío, por qué no dediqué mi vitalidad a aquello que hacía libre mi espíritu y condenaba mi cuerpo?! Yo estaré riendo desde la tumba.

Salud compañeros, por una noche más; unos sumergidos en el fango de su propia opulencia, y otros retozando de placer en el fondo de algún pozo húmedo.

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