lunes, 18 de mayo de 2015

Close but not close enough.

Dime, cómo se siente el asfalto bajo las rodillas soportando todo tu peso que va disminuyendo con cada lágrima que dejas rodar, le estás rezando a un muerto. Mamá dice que soy preso de mis pensamientos y que mi ideal de bienestar es utópico, ah, ¿acaso no lo es la democracia, aquella programación vil que se aprovecha de las desgracias ajenas para asegurar un prometedor nivel de vida? Le planteé una cuestión, "o todo el mundo está ciego o yo estoy loco", ella optó claramente por la segunda opción; una manera bastante locuaz de resolver el paradigma. Aquí sigo, por favor no esperen demasiado de mí, sus expectativas podrían verse torcidas en contraposición con la realidad.

Cuando era un crío y descubrí (más allá de ritmos prefabricados y cuerpos que lucían bellos por el maquillaje y la estética) la belleza en la destrucción, quise hacer de mí una buena historia y marcharme de este mundo siendo mártir de mis propios pecados y mi ira, quise ser como Kobain, quise ser un MK-Ultra que se volaba la tapa de los sesos o desparramaba su sangre empapando la alfombrilla del baño. Estaba buscando un buen motivo. Ahora, por egoísmo hacia mí mismo sí temo a la muerte, ni siquiera a la mía, no; sino la de la gente a la que quiero y por la que en ocasiones desisto.

Desde siempre el hombre ha llevado a cabo grandes actos de valía, inmensas empresas políticas que en ocasiones rezumaban necesidad, otras odio o generalmente simplemente miedo... Jamás a ninguno de aquellos individuos, heroicos, valientes, temerarios; se les ocurrió dejar el fusil, borrar fronteras, quemar tratados o pensar por una vez en la verdadera causa que defendían. Hoy muestro mi verdad al mundo, un mundo ciego, sordo y mudo que lidia en esta vergonzosa situación a la que el animal más inteligente del planeta se llevó a sí mismo.

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