sábado, 9 de mayo de 2015

La ignorancia, más que la vida o la muerte, es el mayor regalo entregado a la humanidad; porque además de ser vital nos está salvando la vida constantemente, sujetándonos por encima del vacío transportándonos de aquí a allá. Por eso quienes son sus portadores no le prestan atención y aquellos que tratan de deshacerse de ella pareciera que les persigue con alevosía. Y si la gran mayoría fuera consciente de todo esto gritaría a sus adentros (por miedo, y de nuevo ignorancia) ¡NO HAY EN EL MUNDO FORTUNA MAYOR QUE LA INCAPACIDAD DE LA MENTE HUMANA PARA RELACIONAR ENTRE SÍ TODO LO QUE HAY EN ELLA!

Vivimos, o lidiamos con nuestra propia existencia, en este pedazo de roca gigante imprescindible para nosotros e increíblemente irrelevante a los ojos del cosmos. La ignorancia humana nos hace no sólo creernos poseedores de la capacidad de entender lo que ocurre a nuestro alrededor, sino también merecedores. Esta noche me siento sobre la fina arena de una playa que en sí es un pequeño pero repleto universo de cosas que chocan y se aprietan, que fraccionan yendo y viniendo albergando en sí un ecosistema propio. ¿Soy yo acaso más importante que un insecto, (diseñado y originado para hacer lo que tiene que hacer) que no viaja, que no teme, que no mira al cielo con intención de cuestionarse algunas cosas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario