domingo, 18 de octubre de 2015

Si dios existe en una mujer negra bisexual.

Me apena verlos, casi me avergüenza pertenecer a su misma especie, tal vez me asemeje a ellos más de lo que soy capaz de admitir. Los veo pelear, discutir, insultarse unos a los otros malgastando energías, quemando la vitalidad y la alegría como carburantes para hacer avanzar a la ira. ¿Y para qué?, para ser los mejores en vicios tan superfluos. Las apariencias engañan, pero más engaña el que pretende aparentar. El individuo inseguro construirá a su alrededor cuatro muros de atrezo, en sus paredes exteriores estarán escritos todas sus falsas andanzas como prueba de que sus pecados y sus carencias son otros, no los expuestos, para así a los ojos del resto estar camuflado convirtiendo sus peores pesadillas en su mejor arma. Podría parecer realmente útil, pero será un esfuerzo vano, ya que dichas estructuras no soportarán su propio peso al no haber sido construidas desde los cimientos. Dicho proceso sólo puede ser efectuado por parte de unas manos que cuentan la verdad.

Y conforme ellos se esfuerzan en ser los más fuertes, los más valientes o los que más follan yo permanezco sentado, observando, contemplando la estupidez humana en su máximo esplendor. Pienso, qué patético caer en la cuenta de que no soy tan distinto, de que seguramente lo único que me diferencia de ellos, a excepción de mis genes, son mis experiencias vividas.

Cuando era un crío vi pasar al cáncer, lo miraba de frente, pero yo no era su presa. En comparación con la edad del universo él fue un suspiro, quizás menos que eso, y tal como vino se fue llevándosela a ella. Dime, a quién puedo culpar de aquello. El odio es un lodo inservible que se adhiere a tus pies al andar aumentando el peso a cada paso.

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