jueves, 3 de diciembre de 2015

Bastardos hijos de la gran puta.

Me han llamado de tantas formas: hipócrita, imbécil, cejudo, asqueroso o incluso nazi (esta última al decirle a una antigua profesora de filosofía que a mi parecer una mujer siempre posee el derecho de decidir sobre su feto y su posible aborto ya que éste es durante nueve meses un parásito, y como si fuera poco también una mascota con obligada manutención como mínimo durante los dieciocho venideros años). Me hace mirar atrás y sonrojarme. 

Considero que soy honesto conmigo mismo y en especial con el resto de las personas, incluso con las que no me gustan que suelen ser la mayoría, pero a ellos no les interesa mi opinión, nunca les interesa. Sin embargo acostumbran a aceptarme cuando me conocen y admiten mi inteligencia en ciertos aspectos, pero siempre me miraron por encima del hombro, "mira a ese pobre imbécil desplomado sobre el mugriento banco, me pone enfermo".

Un año más desde que salí del coño de mi madre y otro más cerca para marcharme, y aunque en realidad sólo sean dígitos, y aunque todas las falsas felicitaciones escritas que tratan de actuar en pos de la amistad y el buen rollo sean atrezo me dejo engañar por unos instantes y pienso que el mundo es un lugar fabuloso. No más lejos de la realidad enseguida despierto y de nuevo me pongo a manejar pensamientos, ordenar palabras, contabilizar las penas y voilà, la ambición se comió al hombre. Sí, sí, sí; si quisiera tendría el mundo a mis pies, y sí, también sé que el único motivo de mi desgracia soy yo mismo. Pero díganme, supuestos teóricos de la causalidad, si la suerte de cada individuo se ve delimitada por su manera de proyectar sus intereses hacia el exterior, ¿eso querría decir que el niño pequeño que muere de inanición en Somalia o el anciano que se agarra con las uñas a sus últimos momentos de vida jodido por el cáncer están en dicha situación porque no supieron pensar en positivo?

Tal vez a estas alturas decir que la vida es una mierda hace que suene demasiado pedante, o demasiado condescendiente o demasiado satírico; o simplemente quede como un idiota que va por ahí predicando lo que todos saben. Pero no piensen por ello que alguien denota poco cerebro, ¿acaso no están hartos de escuchar en todas partes acerca de los refugiados, la contaminación o la futura e inevitable tercera guerra mundial? No nos importa una mierda, y no nos importará hasta que construyamos guetos, la polución sea más común que el oxígeno y de un día para otro nos llamen a filas para matar musulmanes al otro lado del mundo. Las mismas caras que ven en la televisión y en las papeletas electorales son las mismas caras que promocionan la guerra, la injusticia y la desigualdad para que nosotros vistamos ropa más barata fabricada con un menor coste o consumamos drogas más puras (provenientes de países que invadieron en nombre de la democracia) que implican un gasto mínimo en transporte. Fascistas de mierda, están por todas partes; en los telediarios, en los periódicos, en los congresos y en búnkers bajo tierra examinando cada palabra que tecleamos en internet y cada transacción bancaria que efectuamos. Nosotros les dimos el poder para controlarnos, ¿quién se lo va a quitar ahora?

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