lunes, 28 de diciembre de 2015

Esta mañana he regresado al barrio y me he sentido como un extraño paseando por un lugar completamente nuevo y afable. Pero el Sol hoy luce fuerte, tal vez porque le he visto salir, ardiendo en combustión en una lenta agonía que me hace dar gracias a la vida por existir en mí. La noche se me abalanzó y no supe hacer nada, me derramé sobre la funda de la almohada y compuse estos versos que persisten.

Me he sentido como aquella mañana de hace ya más de dos años en la que volvíamos extasiados a casa después de descubrir parte de la verdad oculta del universo y ella cayó rendida en el sofá y yo, como un gilipollas que cree saberlo todo, miraba a mi alrededor encontrando nuevas maneras de percibir las cosas. No sé si podré quitarme del paladar este sabor agridulce, ni sé si quiero, porque la melancolía me estimula y me nutre; esquivo el miedo y los problemas se resuelven solos.

Soy un estúpido creyente, miro a la nada y veo cosas así como las luces del interior de mis párpados cuando froto mis ojos. Tengo ganas de salir a la calle otra vez y no volver hasta encontrar un buen motivo para quedarme fuera a disfrutar de la música o las risas o yo qué sé. He vuelto a recobrar la confianza de aquellos que siempre una y otra vez lanzo al abismo, pero ella siempre regresa de vuelta y yo la acepto entre risas que me hacen olvidarme de todo y centrarme en disfrutar el momento.

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