sábado, 13 de agosto de 2011

Dicen las malas lenguas: hablas sola y comes mal.

He pensado cantidad de veces en estos últimos tiempos, ojalá fueras un trozo de árbol; madera virgen a la que yo mismo puediera dar forma. Convertirte en una guitarra, con la cual pudiera tocar cuando quisiera, la melodía que necesitara y en el lugar que nos apeteciera. Pero no corro esa suerte, porque no eres madera, si no hacha agitada con brío por algún fornido talador de alguno de esos bosques de fantasía escandinavos ya perdidos en mis remotas ensoñaciones.

Demasiado tráfico para mí en esta hedionda urbe de profundísimas penurias y deflagraciones cardiológicas. Sólo habría un desagravio posible, pero parece ser imposible de conseguir. No sé por qué, del cielo al infierno en pocas horas, lo siento; continúo estando inseguro de ti.

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