miércoles, 3 de agosto de 2011

Dictatorial.

Ésto es una trampa, no puedo escapar, dios, es algo que se clava en mí con tanta fuerza... Cada una de tus palabras que leo son como fuego para mis retinas, enseguida este se expande por mi nervio óptico y llega al cerebro; creo que cada una de ellas van dedicadas a mí; pero no. Los días aquí son décadas, las horas me rajan como puñales, y sé que mi pesimismo sólo me perjudica.

Sí, soy consciente de que estoy deprimido, sé que quiero regresar, pero, ¿qué me espera al regreso sino semanas y semanas de calor y agobio? Ésto no espera solución en días, estoy roto por dentro, yo no tengo la culpa de que me creas un inepto. Jamás pensé que hiciera tanto daño el odio de un padre. ¿Es tan grande el desprecio que puede tener un progenitor a su hijo? No sé qué he hecho, pero ciertamente no me creo merecedor de ser padecedor de tal penitencia.

Hoy lloraré, pero ninguna lágrima irá dedicada a ti ni a tu dictadura, hijo de puta.

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