martes, 25 de marzo de 2014

«La vida es algo despreciable y he decidido pasarme la vida pensando en ello».

Schopenhauer es mi nuevo compañero, me paso las noches hablando con sus conceptos, con la voz muda de un hombre muerto. Ahora, de la misma manera que me ocurrió con Nietzsche, Freud..., también estoy bajo su sombra; soy su nuevo pupilo. Por las noches mis oídos recogen sonidos que no están aquí, vienen de otro lugar, veo sombras, me protege. ¿Y cómo no iba a quedar totalmente convencido de que existe algo más trascendente después de la muerte si la vida se encargó de demostrármelo empíricamente?, creo que si a muchos filósofos les hubiera ocurrido lo que a mí sus escritos y vidas en esencia serían muy distintos. ¿Acaso mentes prodigiosas podrían haber errado en lo que un crío no se equivoca? Me parece que la nada antes de nacer y la nada después de morir no son la misma.

He aprendido algo observándote, y es que sólo rezo por no estar presente cuando de nuevo llegue el momento. No, no lo he superado, y cada vez que recaigo en dicho veredicto retrocedo un escalón más hacia atrás; es como una brutal adicción, una neurosis que se presenta siempre en los momentos menos indicados, que se encarga de neutralizar mi raciocinio, que me lleva a su terreno y me hace jugar a ciegas. Así es, viaje de vuelta a tus infiernos, y eres tú quien irremediablemente empaña la promesa de muchos días felices. Pero no, culparte sería un error, tropezar con la misma piedra; por eso digo que no puedo hacer más que sentarme a esperar verlas venir con las manos atadas. Soy Prometeo, y cada día mis más interiores dolencias me drenan desde el interior.

¿Puedo mantener un estado de felicidad dentro de los parámetros de mi inclinación a la depresión? Tal vez evitar el dolor por medio de la supresión de estímulos exteriores, ¿pero realmente alguien puede ser feliz buscando únicamente en su interior? Lo dudo, porque para bien o para mal el ser humano vive limitado y coartado por su propia psicología la cual le obliga a relacionarse para encontrar la felicidad, ¿cómo es posible que las necesidades del yo hagan a este partirse en dos? 



La mayor sabiduría consiste en hacer del disfrute presente el objeto supremo de la vida porque esa es la única realidad, siendo todo lo demás territorio del pensamiento. Pero también podríamos llamarlo nuestra mayor locura, porque lo que existe sólo un momento se desvanece como un sueño no puede ser merecedor de un esfuerzo serio.


                                                                       Arthur Schopenhauer.


2 comentarios:

  1. bua tio, esta entrada no sé si es la que más me gusta tuya, pero si no lo es está entre las tres primeras seguro. Enorme. Un abrazo y gracias por esto.

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    1. No sé qué decir. Muchas gracias por leerme y por seguir escribiendo. Un abrazo.

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